lunes, 26 de diciembre de 2011

Volumen I Capítulo XI ( Mayo 1828 – Septiembre 1828) Páginas 173 a 188


Deja puerto Otway – Seno San Quintín – Golfo de Penas – Puerto Kelly – Isla San Javier – Muerte del sargento Lindsey – Puerto Javier – Bahía Ignacio – Boca de canales – Mal tiempo – Situación peligrosa – Pérdida de la yola – Lista de enfermos – Regreso a puerto Otway – Luego a puerto del Hambre – Bahía Gregorio – Nativos – Carne de guanaco – Zorrillo – Cóndores – Brasileños – Juanico – Comandante Foster – Cambio de oficiales.

El Beagle regresó a puerto Otway al día siguiente, y en un intervalo de buen tiempo obtuvo las observaciones necesarias para determinar la latitud y longitud del puerto, y la marcha de los cronómetros.

El diario del comandante Stokes continúa el 19 de mayo: “Dejamos puerto Otway, y tan pronto como sobrepasamos su entrada, gobernamos al ENE a través del golfo, dejando hacia el norte todo ese grupo de islas, señaladas en la carta como 'Islas Marinas', y fuimos dentro de una milla de la costa este. De allí recorrimos cuatro y media millas paralelas a la dirección de la costa ESE (mag.). A una distancia media de una milla de la costa. El aspecto de las partes este y oeste de este golfo son muy distintas, y la comparación es mucho más desventajosa para la del este. Cadenas montañosas áridas, escarpadas, las montañas rocosas se mostraban, y donde se veía madera, era siempre mal desarrollada y deformada. Un mar de fondo rompía sobre la orilla, y todo parecía indicar una costa tormentosa e inclemente. Hay unas pocas bahías y caletas, en las cuales la profundidad de los fondeaderos, con un fondo bastante bueno de arena gruesa oscura: pero los grandes pedazos con algas en las rocas, vistos en algunos de ellos, nos indicaban falta de tierra; y todos ellos eran más o menos expuestos, y extremadamente peligrosos. Como la noche avanzaba, el tiempo era lluvioso y cerrado, y llegamos a una ensenada que parecía menos insegura que las otras que habíamos pasado, entré, y alrededor de las siete PM, guiado solamente por el descenso gradual de nuestras sondas, desde catorce a ocho brazas, y el ruido de las olas, nos llevó a fondear.”

“A la mañana siguiente (20) nos dimos cuenta que habíamos fondeado en una pequeña bahía, cerca de media milla de una playa de guijarros, sobre la cual rompía tan furiosamente el oleaje como para impedirnos desembarcar en alguna parte. Estábamos completamente expuestos a los vientos del SO, con una mar gruesa, y el oleaje en todas partes impedía comunicarse con la orilla. Una brisa del SO nos habría puesto en dificultades para poder salir, y nos habría expuesto a un peligro inminente. En la carta figura como caleta Mala. Ansiosamente la dejamos, y procedimos a seguir la costa hacia el ESE, hasta que estuvimos a la cuadra de una isla moderadamente alta y boscosa, llamada isla Purcell. Pasamos por la parte norte de isla Purcell dejando a la izquierda una roca que sobresalía solamente unos pocos pies sobre la superficie del mar, que está ubicada a medio camino entre la isla y tierra firme. A medida que avanzábamos hacia el este, vimos un gran y muy notable campo de hielo que estaba ubicado en la parte baja de la costa, el cual, a la distancia, lo tomamos como una densa niebla ubicada sobre ella, como no lo habíamos observado en ningún otro lugar. Cuando estábamos cerca de la cuadra de la isla Javier, vimos un profundo seno hacia la izquierda, hacia el norte, por lo que concluimos que era el seno San Quintín de la carta española: parecía tener unas cinco millas de ancho, y seguir una dirección hacia el oeste. Mantuvimos a la vista el Pan de Azúcar, y otros puntos que habíamos ubicados, hasta que pudimos establecer otros más, los cuales nos permitieron trazar la carta de la costa mientras íbamos pasando. Mi próximo objetivo fue trazar la costa del seno San Quintín hasta su término, y al caer la noche llegamos a un fondeadero en la entrada.”

“El 21 procedimos a entrar en el seno, pasando por el lado norte de la isla Dead Tree (Arbolada). Nuestras sondas, hasta la cuadra de ella, fueron de dieciséis a diez brazas, con fondo de barro; el que luego descendió a cuatro brazas, y luego de avanzar unas tres millas en esa dirección, fondeamos a una distancia de una milla de la costa norte del seno, en cuatro brazas.”

“El excesivamente mal tiempo nos detuvo en este fondeadero. Desde el momento de nuestra llegada, en la tarde del 21, hasta la medianoche del 22, llovió en torrentes, sin parar un solo minuto. El viento era fuerte y turbulento del O, ONO, y NO.”

“Cuando el tiempo mejoró, el 23, levamos, y navegamos a lo largo del costado del seno, con el propósito de establecer si había un paso hacia el lado norte. Nos mantuvimos a una milla de la costa, sondando de ocho a quince brazas, generalmente en fondo de arena, y luego de recorrer siete millas llegamos a tres millas de la parte final de la entrada, la profundidad del agua era de cuatro brazas, y de arena. El fin de este seno es una tierra baja continua, con pedazos de playa de arena, sobre la cual, a la distancia, entre montañas de gran altura fuimos capaces de ver nuevamente y tomarle demarcaciones a esa notable, llamada “Domo de San Pablo”. Las costas de esta entrada están densamente arboladas; la tierra cercana a ella es, en la mayoría de las partes, baja, pero se eleva en montañas, o más bien colinas, de mil doscientos a quince mil pies de altura, de las cuales descienden muchos arroyos. Tan pronto como la nave hubo pasado la isla Arbolada, quedó rodeada de tierra, y como en todas partes del seno había profundidad para fondear, en fondo de arena o fango, las ventajas ofrecidas a la navegación serían de gran importancia en lugares del mundo más frecuentados que el golfo de Penas.”

“Las ballenas eran numerosas, y lobos de mar fueron vistos en esta entrada, ahora llamada golfo de San Esteban. “

“De allí fuimos al seno Kelly, en el lado noreste del golfo de Penas, cuatro millas al NE de la isla Javier. La tierra a su alrededor es rocosa y montañosa, pero de ninguna manera está desprovista de madera. Cerca de la entrada es baja, comparada con la tierra adyacente, pero en el interior hay altas montañas con sus cimas nevadas.”

“Un gran campo de hielo, situado en la tierra baja cercano a puerto Kelly, era notable: No había otro en las tierras bajas en el otro lado (sur) del puerto, a pesar de que era casi el solsticio de invierno en el momento de nuestra visita.”

“Otro día y noche de lluvia incesante. En la mañana del 25 tuvimos algunas granizadas, y con la luz del día encontramos que una capa de hielo, del grosor de un dólar, se había formado sobre las superficie de todo el puerto. El agua en nuestro fondeadero era agua dulce a la media marea, lo que, sin duda, favoreció su rápida congelación. Cuando el teniente Skyring hubo terminado el levantamiento del puerto, lo dejamos y gobernamos entre la isla Javier y el continente, a través de un llamativo canal, de unas de cuatro millas de ancho, con una profundidad de más de treinta brazas. La tierra en ambos lados es muy boscosa y se eleva hacia altas montañas. Cerca del anochecer paramos en puerto Javier, una pequeña cala, con una playa de arena, en el lado este de la isla; y, a una distancia de dos cables de distancia de la playa, fondeamos para pasar la noche en diecisiete brazas.”

“(26). Esta playa de arena se extiende cerca de media milla entre los extremos de la bahía, y, a cincuenta yardas del mar, estaba rodeada de un denso bosque, que se eleva en un rápido ascenso a la altura de mil pies. Los árboles eran iguales a los de los alrededores de puerto Otway, y eran fuertes y bien desarrollados. Un árbol, suficientemente grande como para mastelero de una fragata, podía ser seleccionado cerca de la orilla. El árbol del canelo alcanza aquí un tamaño mayor que el que había visto antes. Uno, que fue derribado por nuestros leñadores, medía ochenta y siete pies de largo, y tenía tres pies y cinco pulgadas de circunferencia. Todos los árboles estaban con todo su follaje y verdor, aunque la temporada corresponde a la última parte de noviembre en nuestras latitudes norte. En el extremo sur de la playa de arena había un arroyo de agua dulce, de varias yardas de ancho, y varias cascadas descendían desde las montañas. La costa hacia el lado sur estaba compuesta de fragmentos de granito, posados en una base de arcilla color plomo, de por lo menos trescientos pies de alto. En este acantilado los torrentes de montaña han formado profundos abismos, y sembrado la playa de escombros, y madera arrancada de raíz. Los únicos seres vivos vistos fueron patos a vapor, martín pescador, y águilas.”

“Mientras estaba en la orilla, recibí un triste mensaje, comunicándome la muerte del sargento Lindsey, de la Infantería de Marina. Durante los últimos días había sufrido una inflamación de los intestinos, que llevó su existencia a su fin.”

“Al día siguiente (27) fue cavada una tumba, y cumplimos las últimas tristes tareas con nuestro difunto compañero. Levantamos una cruz de madera en la cabecera de su sepultura, en la cual había una inscripción en su memoria, también le pusimos su nombre al punto sur de la bahía. Cerca del mediodía dejamos puerto Javier, y costeamos la isla, a una distancia media de una milla, buscando fondeaderos, hasta, después de haber recorrido ocho millas, llegamos a su extremo sur. Durante las primeras cuatro o cinco millas de esta distancia, la costa de la isla es un acantilado alto, teniendo en su base una angosta playa, compuesta de varios tamaños de masas de rocas. En el interior había alturas, que se elevaban mil doscientos o mil cuatrocientos pies, boscosas hasta cerca de las cimas, con muchos arroyos de agua descendiendo desde ellas; pero para el resto de la distancia la costa era baja, y los árboles mal desarrollados y escasos. A lo largo de toda la costa rompía una fuerte marejada, que habría hecho muy peligroso cualquier intento de desembarcar; no había ningún sitio apropiado para fondear, excepto una pequeña caleta, cercana al extremo sur, en la cual nos detuvimos, y con alguna dificultad logramos fondear a un cable de la orilla. La bahía resultó ser la que los misionero españoles llamaban 'bahía Ignacio'. Sobre la punta sur, una angosta lengua de tierra, de aproximadamente quinientas yardas de ancho, con rocas y rompientes que extienden desde la orilla, hasta una distancia de dos millas, tomamos demarcaciones y ángulos a varios puntos fijos en la parte norte del golfo. La latitud, las diferencias cronométricas de longitud, y variación magnética, fueron determinadas en tierra en este punto sur.”

“Habiendo terminado nuestra observaciones, dejamos este fondeadero; y es poco probable que lo volvamos a visitar, será suficiente decir que es extremadamente peligroso. Nada me hubiera inducido a entrar en él, si no fuera por la tarea de explorar la costa en busca de fondeaderos, y el peligro de mantenerme navegando cerca de una costa desconocida.”

“Con la impresión que la isla Javier fue el escenario del naufragio del Wager (La isla Javier es sin duda la isla Montrose de la Narración de Byron. El Wager se perdió, como se verá, más al sur, en las islas Guayaneco.), quise explorar el lado oeste; pero un fuerte viento del NNE no me permitió hacerlo, pues corría el riesgo de perder más tiempo que el que podía disponer en un objetivo por pura curiosidad. Goberné, por lo tanto, hacia el sureste hacia una entrada que resultó ser la Boca de Canales de las cartas españolas, y llegado a ella, después de recorrer diecisiete millas desde el extremo sur de la isla Javier. Con una sonda de noventa brazas no tuvimos fondo en su entrada, pero como no nos cabía duda que encontraríamos un fondeadero dentro, dejamos, a una distancia de media milla, los islotes de la punta norte; pasamos entre otros dos que estaban separados un quinto de milla, y poco después fondeamos en veinte brazas, protegidos por una isla hacia el oeste, pero con islotes rocosos que nos rodeaban en todas direcciones, excepto del SE, algunos de los cuales estaban a menos de un cable de distancia de nosotros (este grupo fue llamado después islas Hazard). Aquí estuvimos detenidos hasta el 10 de junio por el peor tiempo que nunca había experimentado; estábamos fondeados con tres anclas y los masteleros trincados; y aunque estábamos a un par de cientos de yardas de las islas y de las rocas, y a menos de media milla de las costas de la entrada, una marejada furiosa rompía sobre todas ellas, por lo que sería raro que una embarcación pudiera desembarcar, aún en la parte menos expuesta que la entrada ofreciera. La tarde de nuestra llegada estaba bueno, por lo que instalamos nuestra carpa para las observaciones, en la isla al oeste nuestro ; pero el tiempo estuvo tan malo durante el día siguiente, que no pudimos desembarcar para retirarla, por lo que previmos el resultado que siguió; concretamente, fue barrida por el agua.”

“En los breves intervalos que prevalecieron en este horrible tiempo, enviamos embarcaciones a la costa norte de la ensenada, con el propósito de obtener agua y combustible; pero aunque a veces lo logramos, a fuerza de gran perseverancia, al desembarcar a través de un oleaje embravecido, por lo que sólo a veces pudieron embarcar los pequeños toneles (barricas) que había sido llenados, o la leña que habían cortado.”

“En tierra el oficial de navegación vio restos de algunos wigwams indígenas, que parecían haber estado por largo tiempo abandonados, y que él describió que eran exactamente como los que habíamos hasta ahora encontrado en el sur.”

“Este fue el punto más al norte en el cual encontramos huellas de seres humanos. “

“Como las tripulaciones de los botes sufrían mucho por su inevitable exposición al tiempo húmedo, ordené que se les dieran algunas lonas a cada hombre como capa y pantalones, los que serían pintados en la primera oportunidad, como una protección contra la lluvia y el rocío.”

“Nada podría ser más triste que el escenario alrededor nuestro. Las altas, desoladas y áridas montañas que rodean estas inhóspitas costas de esta entrada, estaban cubiertas aun hasta bien abajo de sus costados, con densas nubes, sobre los cuales golpeaban las intensas ráfagas que nos asaltaban, sin causar ningún cambio: parecían tan inamovibles como las montañas donde descansaban.”

“Alrededor nuestro, y algunos a una distancia de no más de dos tercios de un cable, habían islotes rocosos, azotados por un tremendo oleaje, y, como para completar la inhóspita y total desolación de la escena, hasta las aves parecían evitar este vecindario. El tiempo era como el que (como Thomson dice enfáticamente) 'el alma del hombre muere con él',”

“En el curso de nuestro trabajo desde que dejamos Inglaterra, a menudo nos habíamos visto obligados a tomar fondeaderos, expuestos a grandes riesgos y peligros. Pero la situación presente del Beagle me pareció lejos la más peligrosa a la que había estado expuesto; sus tres anclas en veintitrés brazas de agua, en un mal fondo de arena, con pedazos de roca. Los chubascos eran terriblemente violentos, y a popa de él, a una distancia de solo medio cable, había rocas e islotes rocosos, sobre los cuales el oleaje rompía furioso.”

“Podría emplear las palabras de Bulkeley al describir el tiempo de esta zona, y casi de esta temporada 'Duchas de lluvia y granizo, que golpean con tal violencia contra la cara de un hombre, que este apenas puede soportarlo'”.

“El 10, el viento estuvo moderado, el tiempo mejor, nos preparamos para dejar este horrible lugar. Nos hicimos a la mar, con una brisa moderada del N b O, la cual aumentó rápidamente a un fuerte temporal; y apenas estuvimos lo bastante libre del canal, nos encontramos con un fuerte mar de fondo. Ansioso de pasar la entrada, no había esperado izar la yola, con la cual habíamos recogido una de nuestras anclas, con la esperanza de encontrar un mar calmo cuando saliéramos, pero el mar con el que nos encontramos hizo poco seguro remolcarla, y mientras tratábamos de izarla, fue desfondada tan gravemente por los golpes que recibió por el violento movimiento de la nave, que nos vimos obligados a dejarla a la deriva. Esta fue una gran pérdida. Porque era una embarcación hermosa, de veintiocho pies de eslora – a remos y a la vela navegaba bien, era espaciosa, liviana y boyante; su pérdida sería superada solamente por la de la nave.”

“Intentamos apartarnos de las islas Guayaneco, izando todo el velamen, pero poco después de la medianoche tuvimos que aferrar la vela mayor. Antes del amanecer el viento cambió de repente al O b N, sorprendiéndonos con un violento chubasco, con intensos rayos y fuerte lluvia. Nuestro admirable pequeño barco cayó a sotavento sin sufrir ningún daño; pero por un momento su situación fue crítica. Con la luz del día, la tierra del cabo Tres Montes estaba al O ½ N (magnético), y a una distancia de cuatro leguas. La violencia del temporal que recién habíamos tenido nos impidió salir del golfo, y, por el estado al que estábamos reducido por la pérdida de la yola, con ambas lanchas en malas condiciones, y nuestro cúter muy desfondado lo que lo hacía inservible, consideré que no era justificable intentar continuar con un solitario buque en una desconocida y tormentosa costa, sin una sola embarcación en buen estado; por lo que resolví dirigirme a puerto Otway, para poner los botes en estado operativo. Tuvimos vientos arremolinados todo el día, pero en la tarde logramos llegar al puerto, y fondeamos cerca de nuestro antiguo fondeadero. El 13 y 14, tuvimos un permanente y difícil temporal, con el habitual acompañamiento de la fuerte lluvia. Los carpinteros estuvieron, sin embargo, constantemente trabajando para dejar operativo el cúter. El 15, el estado de la lista de enfermos me hizo solicitarle al médico, su opinión sobre la ' necesidad de la suspensión temporal de las operaciones de levantamiento.' La respuesta del Sr. Bynoe establecía ' que a consecuencia de la gran exposición a una serie de largas y continuas e incesantes y fuertes lluvias, acompañadas por fuertes temporales, la salud de la tripulación había sido seriamente afectada, especialmente con dolencias pulmonares, catarros, y afecciones reumáticas; y que, la repetición de ellos probablemente sería fatal en muchos casos, una suspensión temporal sería de gran ventaja para la tripulación, ofreciendo una oportunidad de recuperar su salud'.”

“Al recibir la comunicación anterior por parte del médico, ordené que las vergas y masteleros fueran trincados, y que la nave fuera cubierta con las velas. Esta precaución fue empleada para prevenir que la gente fuera expuesta a una exposición frecuente, que no se empleara a nadie en los botes, excepto una vez al día para conseguir choros, y se evitó cualquier cosa que pudiera interferir en lo más mínimo en la recuperación de su salud; pero este lugar era extremadamente mal adaptado para los cuartele de invierno de una tripulación, ya que los bosques que lo rodeaban, hasta el borde mismo del agua, no dejaban espacio para hacer ejercicios en la playa, ni para jugar u obtener peces, excepto moluscos; de los cuales, afortunadamente (choros y almejas), encontramos en abundancia y que demostraron ser útiles en la eliminación de los síntomas del escorbuto, además de proporcionar un cambio de dieta. El lugar estaba desprovisto de habitantes, y sin esa fuente de recreación, en las cuales las relaciones con cualquier persona, aunque sea incivilizada, proporciona a las tripulaciones después de un crucero trabajoso y desagradable en estas inhóspitas soledades. Todos los puertos a lo largo de esta costa son igualmente malos para la permanencia en invierno, y fue solamente nuestra peculiar situación la que me indujo efectuar una corta estadía en este lugar.”

Aquí terminan los comentarios y notas del pobre comandante Stokes. Los que han estado en una de estas pruebas como él, en una desconocida costa al socaire, durante la peor descripción del tiempo, entenderán y apreciarán los sentimientos que obraron tan poderosamente sobre su excitable mente.

El Beagle permaneció quieto hasta el 29 de junio, cuando el médico informó “la tripulación está lo suficientemente sana para desempeñar sus funciones sin ninguna lesión material de sus constituciones”.

Dejado puerto Otway, gobernaron a lo largo de la costa, por extraño que parezca, con viento del este y buen tiempo, lo que le permitió al teniente Skyring agregar mucho al levantamiento de la costa de Madre de Dios. El comandante Stokes empezó a mostrar síntomas de una enfermedad, que evidentemente había sido provocada por el terrible estado de ansiedad que había soportado durante el levantamiento del golfo de Penas. Se encerró en su camarote, llegando a estar indiferente y distraído con lo que pasaba; y después de haber entrado al estrecho de Magallanes, en su regreso a puerto del Hambre, se detuvo en varios lugares sin un motivo aparente; conducta totalmente contraria a su forma natural de ser, si hubiese estado en su sano juicio. Por último, la falta de provisiones lo obligó a apresurarse hacia puerto del Hambre; y el día en que llegó todos los artículos de alimento se habían agotado.

El fatal evento, que había agregado una tristeza adicional sobre cada uno, nos decidió abandonar el Estrecho. Ambas naves fueron alistadas inmediatamente, y zarpamos el 16 de agosto, pero previamente, había nombrado al teniente Skyring para que actuara como comandante del Beagle; al Sr. Flinn como navegante del Adventure, y al Sr. Millar, segundo navegante del Adventure, para que actuara como navegante del Beagle. El día que zarpamos, el Sr. Flinn se enfermó; y, el teniente Wickham estaba en la lista de enfermos, yo era el único oficial capaz de dirigir la cubierta. Como el viento era del NO, nos vimos obligados a barloventear toda la noche, y a la mañana siguiente estábamos a la altura de Punta Arenosa, pero soplaba tan fuerte del oeste, y el tiempo estaba tan cerrado con chubascos de nieve, que pasaban en rápida sucesión, que nos dirigimos , y fondeamos en bahía Aguafresca, donde las naves estuvieron detenidas por vientos del norte hasta el 21, cuando proseguimos, el viento sin embargo, nuevamente se nos opuso por lo que fondeamos alrededor de media milla de la costa, siete millas al sur de Punta Arenosa. Al día siguiente zarpamos temprano, y llegamos a bahía Gregorio. Cuando estábamos a la altura de la isla Isabel, envié al Beagle a puerto Pecket para hacer volver al Adelaide, en el cual el teniente Graves había sido enviado a conseguir carne de guanaco. El Beagle navegó entre la isla Isabel y cabo Negro, y fue visto por nosotros fondeado en puerto Pecket antes de que entráramos en la Segunda Angostura.

Tras fondear en cabo Gregorio, dos o tres patagones fueron vistos en la playa, y antes que pasara media hora otros se les unieron. Al atardecer varios toldos, o carpas, se habían levantado, y un gran número de gentes había llegado. Cuando el Adelaide fue por primera vez a puerto Pecket, el Sr. Tarn le dijo a los indígenas, que el Adventure estaría en bahía Gregorio en veinticinco días, y, por casualidad, llegamos puntualmente en la fecha. Los patagones deben haber estado en camino para encontrarnos, porque no podrían haber viajado desde puerto Pecket en el corto espacio de tiempo en que estuvimos a la vista. Para su gran mortificación, sin embargo, no pudimos comunicarnos con ellos esa tarde, y al día siguiente el tiempo estuvo tan malo que no pudimos ni siquiera arriar una embarcación. Al mediodía el viento soplaba más fuerte de lo que nunca había presenciado, pero como estábamos en un buen tenedero, y el agua estaba llana, no esperábamos ningún peligro.

Cuando los chubascos de nieve cesaron; miramos hacia los patagones, con la total expectativa de ver sus chozas derribadas: - para nuestro asombro, ellas habían resistido la tormenta, a pesar de encontrarse en una ubicación muy expuesta. Contamos doce o catorce de ellos, y a juzgar por nuestra experiencia anterior del número que correspondía a cada uno, deberían haber habido, por lo menos, ciento cincuenta personas reunidas. Durante la tormenta se mantuvieron juntos; y solamente de vez en cuando un solitario individuo fue observado ir de un toldo a otro.

Habiendo mejorado el tiempo, el Beagle y el Adelaide se nos unieron al día siguiente. Ellos pasaron la tormenta, sin accidente, frente a la entrada de puerto Pecket. La mañana siguiente estuvo buena, por lo que nos preparamos para continuar; pero antes de levar desembarqué, y me comuniqué con nuestros viejos conocidos. María estaba con ellos, y, si es posible, más sucia, y más avara que nunca. Recogimos la carne de guanaco que habían traído para nosotros; distribuí unos pocos regalos, y regresé a bordo.

El Adelaide trajo mil seiscientas libras de carne, las cuales, con las que obtuvimos primero, sumaban casi cuatro mil libras de peso; y costaron en total diez libras de tabaco, cuarenta galletas, y seis cuchillos de bolsillo. Al comienzo una galleta era considerada equivalente a cuarenta o cincuenta libras de carne, pero con el aumento de la demanda, el precio subió cuatrocientos o quinientos por ciento. Con los patagones había dos tripulantes del Sr. Low, que le habían dejado. Eran portugueses, en un estado miserable, y que parecían estar profundamente avergonzados de ser compañeros de un grupo tan sucio: no podían hablar inglés, por lo que nos pudieron dar muy poca información. No habían adoptado entonces al atuendo indígena, aunque, por el estado de sus ropas, estarían obligados muy pronto a adoptarlo.

En puerto Pecket fueron reunidas unas pocas palabras del lenguaje nativo, las cuales son muy diferentes de aquellas dadas por Falkner, en su descripción de los nativos patagones: el mismo dice, que el lenguaje de los indios del norte difiere sustancialmente del de los 'Yacana Cunnee'.

Durante la comunicación del teniente Graves con los nativos, en puerto Pecket, obtuvo alguna información interesante respecto a estos indios, la cual será entregada en una parte posterior de este trabajo.

El Adelaide me trajo algunas adiciones muy gratas para mi colección zoológica, entre los que estaba el zorrillo, o skunk, de las pampas; no diferenciándose de ninguna manera de las especies que se encuentran cerca del Río de la Plata, en tal cantidad como que impregnan el aire con su olor desagradable a muchas millas alrededor.

He encontrado frecuentemente el aroma de este ofensivo pequeño animal claramente perceptible cuando estaba a bordo del Adventure, fondeados cerca de dos millas de Montevideo, con el viento soplando desde tierra. (D'Azara, en su Ensayo de historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay, da el siguiente informe de este animal, que él llama Yagouaré. Tiene su madriguera en el suelo, se alimenta de insectos, huevos, y pájaros, cuando puede sorprenderlos, y se mueve sobre las llanuras y los campos tanto de día como de noche en busca de comida; cepillando el suelo con su cuerpo, y llevando su cola en posición horizontal. No le importa la presencia del hombre o de las bestias, a menos que se intente dañarlo o tomarlo, entonces recoge su cuerpo, eriza los pelos de su cola, levantándola verticalmente, y en esa posición espera el acercamiento del enemigo, a quien le echa su orina, que produce un inaguantable olor, que ni un hombre, perro, o tigre se atrevería tocar el animal.

El yagouaré se mueve muy lentamente, y no puede correr. Pare dos jóvenes que son colocados en el fondo de la madriguera. Los inconquistables indios de las pampas hacen mantas con las pieles de zorro, conejillo de indias, u otros animales, y en el borde de ellos con las pieles del yagouaré, que son suaves y finas, que serían aptas de ser empleadas por los peleteros si no fuera por el olor desagradable que imparten a todo lo que tocan. Los indígenas comen la carne de este animal, al cual molestan hasta que su único medio de defensa se hace inútil, y entonces puede ser capturado sin consecuencias desagradables. )

Un cóndor muy grande fue abatido por un hombre del Adelaide, el cual medía de largo, cuatro pies tres y media pulgadas, y nueve pies y dos pulgadas entre las extremidades de las alas. Fue regalado al Museo Británico. Muchos relatos exagerados de esta ave han sido dados por los antiguos viajeros, pero el de mayores dimensiones establecidas, y de cuyas dimensiones no cabe duda, son las de uno que se conserva en el museo Leverian, que mide trece pies una pulgada, de ala a ala. Este, sin embargo debe haber sido un pájaro viejo, porque el que matamos es más grande que el porte usual de los ejemplares que se han obtenido. Molina afirma , en su informe sobre esta ave, vol. i.p. 298, que el más grande que ha visto medía catorce pies y algunas pulgadas (medida española), desde la punta de un ala hasta la de la otra. El Sr. Humboldt también ofrece una detallada descripción: “Es con el cóndor – dice este célebre explorador- como con los patagones, y muchos otras cosas de historia natural: mientras más son investigadas, más disminuyen en tamaño”. Habitan en las montañas más altas de los Andes, y sólo descienden a los valles cuando son presionados por el hambre. Frecuentemente, en conjunto, atacan al ganado, venados, guanacos, e incluso al puma, y siempre tienen éxito en matarlos; pero su alimento principal es la carroña, de la cual, en un territorio tan abundantemente provisto de cuadrúpedos, probablemente no escasea.

Nuestra partida del Estrecho estuvo acompañada por un excelente tiempo; la luna estaba llena, y el viento bueno y moderado. Pasamos el cabo Vírgenes poco después del ocaso, y continuamos en nuestro rumbo con rapidez.

El suministro oportuno de la carne de guanaco había frenado sin duda el escorbuto, porque no tuvimos nuevos casos que sumar a la lista de enfermos, que ahora ascendía a veinte. El Beagle no estaba tan enclenque; pero, durante el último crucero, sobre cuarenta casos, principalmente del pulmón, habían ocurrido, y varios aún no se habían recuperado. Durante la navegación, un hombre cayó por sobre la borda del Beagle, en la noche, y se ahogó.

En latitud 45° S. estuvimos detenidos tres días, por vientos del norte y un tiempo con neblina húmeda, después de lo cual un viento fresco del SO nos llevó hasta el Río de la Plata. Habiendo obtenido buenas observaciones cronométricas en la tarde, continuamos navegando durante la noche, con la intención de pasar al oeste del bajo Arquímides; lo que habría sido más bien un paso temerario, si no hubiéramos estado bien seguros de la exactitud de nuestra estima cronométrica. En este momento Brasil y Buenos Aires estaban en guerra, y algunas naves de la escuadra bloqueadora del primero esperábamos encontrarlas en la boca del río, pero no vimos ninguna, hasta las dos y media de la mañana, cuando varios veleros fueron vistos anclados a sotavento, y pronto estuvimos cerca de un escuadrón de bergantines y goletas, cuyo número era evidente por la confusión de luces, cohetes y mosquetería, a bordo de cada buque. Disminuí para pasar al habla del más cercano, que resultó ser la del comodoro, el Marañón de dieciocho cañones; y al acercarnos, para explicarles quienes éramos y que hacíamos; ellos estaban tan confundidos, que ni yo pude hacerme entender. La brisa, en ese momento, había disminuido tanto, que, temiendo colisionar al bergantín, nos paireamos, y ordené fondear. Desgraciadamente un eslabón falló, y antes que pudiésemos largar la otra ancla, los brasileños habían disparados sus mosquetes varias veces contra nosotros, felizmente sin causarnos ningún daño, y nos amenazaron, si no fondeábamos inmediatamente, con una andanada, la que ante la total confusión, me asombró que no la disparasen. Habiendo fondeado, y arriado la gavia y el velacho, envié una embarcación a informarles a los brasileños quienes éramos, y solicitarles, que en atención al número de nuestros enfermos (teníamos sólo diez hombres operativos en cubierta), no deberíamos ser detenidos, ya que aún unas pocas horas podrían tener serias consecuencias; pero todo lo que pude instar fue inútil, y fuimos detenidos hasta el amanecer con excusas sin importancia. Estábamos situados de manera que, a menos que el bergantín virara su cable, o se apartara de nuestro camino, no nos podíamos mover sin acercarnos a el, además que procedería sin autorización. Después que llegó la luz del día, el bergantín nos dejo espacio, virando levemente su ancla, y luego que un oficial vino a bordo a ponernos en libertad, le dije mi opinión sobre el asunto, y le manifesté que informaría la conducta de su comandante a su almirante. Este informe fue hecho después, en forma muy enérgica, por el comandante Henry Dundas, del HMS Sapphire, pero el almirante defendió la conducta de su oficial diciendo que este había solamente actuado, “magna componere parvis”, como un escuadrón de bloqueo inglés lo habría hecho en un caso similar.

No sé si el asunto fue confirmado, o no, por la ley o la costumbre de los bloqueos, pero fue muy descortés, y después de la explicación dada, y las pruebas ofrecidas, no podría haber la más mínima duda. Debido a esta detención, no alcanzamos a fondear en Montevideo hasta muy tarde como para adquirir refrigerios para los enfermos. Encontramos, para nuestro pesar, que las provisiones frescas eran sumamente escasas, debido a la guerra, que no pudimos adquirirlas para nuestra tripulación; y si no hubiese sido por la amabilidad del señor Juanico, un bien conocido, y muy respetable residente de Montevideo, quien nos proporcionó naranjas amargas (Seville) abundantemente, podríamos haber estado muy angustiados. El uso libre, sin embargo, de esta sola fruta causó un rápido cambio en la salud de los afectados por el escorbuto, y en menos de una semana todos los hombres estuvieron en sus tareas.

Unos pocos días después de nuestra llegada, por la intervención del ministro británico, se firmó la paz entre los beligerantes, en el que Buenos Aires ganó todo por lo que había competido, y Brasil renunció a lo que había imperiosamente demandado.

Estuve muy contento de encontrar, en este puerto, al fallecido comandante Henry Foster, en el HMS Chanticleer, en su viaje de los péndulos. Se había establecido en un observatorio en una isla pequeña, llamada Rata, isla Conejo, adonde no perdí tiempo en dirigirme, y encontrarlo profundamente dedicado en esa serie de observaciones las cuales se han reflejado tanto en la gloria de su memoria.

Antes de zarpar, hice los arreglos para encontrar al Chanticleer, ya fuese en la isla de los Estados o en el cabo de Hornos, con el propósito de proporcionarle las provisiones, que le permitieran seguir de allí al cabo de Buena Esperanza, sin tener que regresar a Montevideo.

El 13 de octubre, zarpamos a Río de Janeiro para obtener algunos pertrechos, que habían sido enviados desde Inglaterra para nuestro uso, y para calafatearnos y repararnos. El Beagle permaneció en Montevideo, preparándose para nuestro próximo crucero. Antes de que estuviéramos listos para dejar Río de Janeiro, el comandante en jefe, Sir Robert Otway, llegó desde Bahía, en su buque insignia, el Ganges. Sir Robert me informó, que él consideraba necesario que el Beagle fuese carenado y recorrido, que quería reemplazar al teniente Skyring; y había enviado las órdenes necesarias a Montevideo. Cuando el Beagle llegó, el teniente Robert Fitz Roy, ayudante de órdenes del Ganges fue nombrado comandante; el Sr. J. Kempe, oficial, como teniente, y el Sr. M.Murray, ayudante del navegante del Ganges, como navegante.

Aunque estas órdenes eran indudablemente una prerrogativa del comandante en jefe, y yo no tenía razón de reclamar de la selección que él había hecho para cubrir las vacantes, aunque parecía duro que el teniente Skyring, que había tenido en todos sentidos una tan bien ganada promoción, fuese privado de un nombramiento al cual él mismo por supuesto se consideraba que tenía derecho.

La conducta del teniente Skyring, durante todo su servicio en el Beagle, especialmente durante el levantamiento del golfo de Penas, y la triste enfermedad de su comandante, fue digno de lo mayores elogios y consideración; pero se vio obligado a regresar a su antiguo puesto como ayudante del oficial hidrógrafo; y, en su honor sea dicho, con una calma y buena voluntad, que muestran su celo profundo por el servicio.

El comandante Fitz Roy estaba perfectamente calificado para mandar el Beagle; y aunque no podía dejar de sentir mucho la amargura por la decepción del teniente Skyring, no tenía ninguna otra causa de insatisfacción.


domingo, 11 de diciembre de 2011

Volumen I Capítulo X ( Marzo – Mayo 1828 ) Páginas 154 a 172



Informe del crucero del “Beagle”- Bahía Borja – Cabo Quod – Bahía Stuart – Cabo Notch – Comentarios del tiempo, y errores de la carta – Evangelistas – Santa Lucía – Madre de Dios – Golfo de Trinidad – Puerto Henry – Huellas de puma – Colibríes – Muy mal tiempo – Isla Campana – Peligros – Tormenta – Humedad – Enfermo – Santa Bárbara – Bao del “Wager” - Wigwams – Islas Guayaneco – Cabo Tres Montes – San Pablo – Puerto Otway – Seno Hoppner – Cabo Raper.

La cuenta que sigue del crucero del “Beagle” es elaborada del diario no terminado del comandante Stokes, y de los memorandos sueltos, que fueron encontrados entre sus papeles.

Se recordará que, al zarpar del puerto del Hambre, en el “Adelaide”, en el mes de marzo, para levantar partes del lado sur del Estrecho, dejé instrucciones al comandante Stokes de que procediera en la ejecución de sus órdenes tan pronto como el “Beagle” estuviese listo. El detalle de esas instrucciones no es necesario repetirlo aquí, ya que estas se realizaron a mi entera satisfacción; será solamente necesario, tan brevemente como sea posible, seguirlo a través de la más ardua y peligrosa comisión. Es el resultado lo que amarga el testimonio.

“El 18 de marzo, zarpé de puerto del Hambre, y al día siguiente llegamos a puerto Gallant.”

“El 23, fondeamos en la pequeña caleta llamada bahía Borja, la cual, aunque es muy reducida, y más bien de difícil acceso, calzaba perfectamente bien con nuestro propósito (Ver Instrucciones de Navegación). Mientras estuvimos allí medimos la altura de uno de los cerros principales de los alrededores, y se encontró, que medía 1.800 pies. “

“El mal tiempo nos detuvo hasta el 26, cuando pasamos el cabo Quod, y llegamos a bahía Stuart. Muchos lugares fueron dejados sin investigar, porque mi objetivo era acelerar hacia el oeste antes que el año estuviera más avanzado.”

“(27). Dejamos bahía Stuart, y continuamos nuestro avance hacia el oeste, con vientos del oeste, tiempo brumoso, y lluvia. Las orillas del Estrecho nos eran rara vez visibles, porque una gruesa bruma las mantenía tapadas; es, sin embargo, una costa abrupta en cada lado, de lo contrario el Estrecho sería completamente innavegable con tal tiempo. Cerca del cabo Notch las puntas de las montañas se elevan en picos de gran altura, extraordinariamente dentadas, y conectadas por cadenas estériles. Cercanos a sus bases hay generalmente algunos pedazos verdes de selva; pero, sobre todo, nada puede ser más estéril y repulsivo que esta vista. Esta tarde pasamos Playa Parda, y en la tarde fondeamos en caleta Marian.”

“En el curso del día siguiente el viento arreció a un fuerte vendaval chubascoso del ONO, con mucha lluvia; el tiempo era tan cerrado que apenas se podía distinguir la costa. En este tipo de clima, las partes más bajas de la costa están tapadas de ser vistas por la bruma, y las partes superiores son vistas que se aproximan a través de ella como masas majestuosas, de una forma tal que a un extraño lo llevaría a creer que el buque está completamente rodeado de islas.”

“En la tarde fondeamos en una pequeña caleta llamada Half Port, y a la mañana siguiente continuamos nuestra lucha diaria contra el viento, la marea y el clima.”

“Cruzamos la boca de un profundo seno en la costa norte, (Posteriormente examinado por el comandante Fitz Roy. Fue llamado Xaultegua por Sarmiento, quien lo describe muy acertadamente – Viaje de Sarmiento, p. 208), donde no observamos marea ni corriente; el trazado de la costa en este punto es particularmente defectuoso en las cartas antiguas; afortunadamente, sin embargo, para el navegante, aquí tiene que hacer frente con costas donde la omisión de una isla completa, o aún la adición de unas pocas que no existen, es de menor importancia para su seguridad que el límite exacto de un banco de arena en otras partes del mundo. Esta noche fondeamos en bahía Upright, la cual, aunque ofrece un excelente refugio contra los vientos predominantes, es mala con los del sur, por lo abrupto del fondo que requiere a una nave fondear cerca de la orilla, con lo que no queda el suficiente campo de acción para bornear.”

“Protegidos por la tierra alta bajo la cual estábamos fondeados, con la excepción de ráfagas ocasionales que bajaban por las quebradas y senos, teníamos un viento débil del OSO; pero el rápido pasar del viento por sobre nuestras cabezas mostraba que prevalecía el tiempo usual. Viramos temprano la mañana siguiente (30), y al mediodía habíamos llegado tan lejos hacia el oeste que la más oriental de las islas de la ensenada del cabo Tamar estaba cerca de dos millas hacia el norte. Al caer la noche estábamos a la altura de cabo Cortado; pero como el tiempo parecía haberse afirmado y el viento rolado hacia el sur, decidí mantener la navegación, y tratar de llegar a mar abierto esa noche. Las circunstancias nos favorecían; el tiempo era bueno, la luna estaba despejada, y el viento se mantenía del SSO. Una hora después de la medianoche el cabo Pilar estaba al OSO, distante unas dos millas, y entonces pusimos rumbo hacia los Evangelistas, los que pasamos a una distancia de una milla.”

“Los Evangelistas, como los llamaron los primeros navegantes españoles, o como fueron después designados (1670) por Sir John Narborough, las Islas de la Dirección ( Porque ellos son un magnífico punto de referencia para el estrecho de Magallanes), son un grupo de cuatro islotes rocosos, y algunas rocas y rompientes separadas, que ocupan en total un espacio de tres millas; son extremadamente escarpados y áridos, aptos sólo para servir como un lugar de descanso para los lobos de mar y aves oceánicas. Debido al fuerte mar que prevalece allí, y a las olas furiosas que generalmente rompen en ellos, desembarcar es rara vez posible; aunque los loberos lo hacen. Un oficial ayudante de una nave lobera me contó que él había desembarcado en el más grande en una ballenera, y había matado varios miles de lobos: Los Evangelistas son de una altura suficiente para ser vistos con tiempo claro desde la cubierta de una nave, a una distancia de seis o siete leguas, pero la superior elevación de la costa en ambos lados las hacen visibles, antes que los islotes puedan ser avistados.”

“Inmediatamente después de pasar los Evangelistas fue distinguido un cabo, donde parecía terminar la linea de la costa norte, que tomamos como el “cabo Isabel” de las cartas españolas. Es un escarpado, promontorio rocoso de gran altura, que tiene separadas en su base algunas masas de columnas de roca, y en su cima un pico, una cresta dentada; cerca hay una isla de lados escarpados que resultó ser la (Isla Beagle) la que el teniente Skyring y yo demarcamos el año anterior, cuando estuvimos en la cima del cabo Victory.”

“Hacia el norte del cabo Victoria la tierra forma una ensenada profunda, de la cual el cabo Santa Lucía es la punta noreste. La costa en este intervalo es extremadamente accidentada y montañosa. El cabo Santa Lucía puede ser distinguido por una parte de la meseta plana, que alrededor de un tercio de la altura de la montaña de la que procede, y que termina en su cara exterior con un precipicio perpendicular.”

“La costa entre los cabos Isabel y Santa Lucía es peligroso aproximarse más cerca de diez millas, por que dentro de esa distancia hay muchas rocas sumergidas, en las cuales la mar sólo ocasionalmente rompe. Algunas de estas rompientes fueron avistadas hacia el lado del mar de nosotros, cuando pasábamos a lo largo de la costa, a una distancia de cinco o seis millas. Cuando estábamos a la altura de Santa Lucía, había numerosas ballenas alrededor nuestro.”

“El aspecto general de esta porción de la costa es similar al de las partes más inhóspitas de la región Magallánica: árida, accidentada, rocosa, y montañosa, interceptada por entradas, y rodeada de islotes, rocas y rompientes.”

“La información que poseíamos respecto a los vientos dominantes en esta costa era muy escasa, ya, que todo lo que pudimos obtener los representaba como imperantes del norte y noroeste, estimé conveniente aprovechar el viento sur presente para seguir hacia la parte norte de la costa asignada para nuestro levantamiento, en lugar de detenernos a explorar la bahía entre cabo Isabel y cabo Santa Lucía.”

“Desde las demarcaciones a la puesta del sol (la isla Beagle al N71°E, cabo Isabel al N32°E, una montaña notable en la bahía entre cabo Santa Lucía y cabo Isabel al N11°O. Cabo Santa Lucía al N33°O; distancia de tierra tres leguas, y sondando cincuenta brazas, con fondo de arena.), navegamos a lo largo de la costa con una brillante luz lunar, sondando cada hora, y con la luz del día estábamos cerca de diez millas de la isla Madre de Dios.”

“Nos acercamos a tierra y continuamos hacia el norte, manteniendo una distancia de cerca de tres millas de la costa, sondando entre veintiocho y treinta y tres brazas, fondo arenoso. El tiempo era claro y bueno, por lo que pudimos efectuar observaciones, tomar demarcaciones y los ángulos, necesarios para establecer la costa satisfactoriamente.”

“Al mediodía nos encontrábamos en latitud 50° 12' sur, y en el meridiano del cabo Tres Puntas, entre el cual y un cabo demarcado al N13°E (magnético), distante ocho millas, había evidentemente una entrada; este cabo está señalado en las cartas como cabo William. La naturaleza de la tierra es la misma que la que habíamos hasta ahora pasado, sin vegetación, accidentada, montañas rocosas, con picos, y crestas marcadamente dentadas. Desde el amanecer hasta el mediodía habíamos recorrido veintiuna millas a lo largo de la costa; en ese intervalo sólo una entrada fue vista, que fue en latitud 50° 27' Sur , que coincide bien con el “Canal Oeste” de la carta española. Era de cuatro millas de ancho en su boca, y parecía seguir un curso sinuoso hacia el este. La tierra del cabo Tres Puntas se curvaba hacia el este, hasta cerca del cabo William; al anochecer estábamos a la cuadra de cabo William, y a dos leguas de la costa, donde nos quedamos hasta el amanecer, ya que deseaba examinar la entrada entre este y el cabo Tres Puntas, que posteriormente resultó ser el golfo Trinidad de Sarmiento. El antiguo navegante describe así su descubrimiento:

“Al amanecer, 17 de marzo, 1579, en el nombre de la más santísima Trinidad, vimos tierra, demarcando ESE, a diez leguas de distancia, hacia la cual gobernamos para explorarla. Al medio día, estando cerca de tierra, observamos la latitud 49°1/2, pero a Hernando Alonzo le dio 49° 9'. Al aproximarnos a la orilla vimos una gran bahía y un golfo, que tendía profundamente hacia la tierra con unas montañas nevadas. Hacia el sur había una montaña alta, con tres picos, por lo que Pedro Sarmiento llamó a la bahía “Golfo de la Santísima Trinidad”. La más alta de los tres picos se le puso “Cabo de Tres Puntas o montes”. Esta isla no tiene vegetación, y en el lado del mar es baja y accidentada, y rodeada de rompientes; en la cima hay muchas porciones de tierra blanca, gris, y de color negro, o roca. Seis leguas al norte del cabo Tres Puntas está el lado opuesto del golfo, donde se forma una montaña grande y alta, respaldada hacia el norte por tierra baja, y en el frente por muchas islas. Esta alta montaña, que parece ser una isla desde el horizonte, fue llamada “Cabo Primero” (Sarmiento p.65).”

“La noche siguiente estuvo clara, y el viento moderado del SE, pero en el transcurso de la mañana siguiente cambió al NE, con chubascos, lluvia y tiempo brumoso, a pesar de ello ingresamos en la bahía, y al mediodía habíamos llegado a tres millas del cabo del SO, cabo William, y estábamos a la cuadra de una bahía, a la cual envié un bote para mirar si había fondeadero. A su regreso entramos, y fondeamos en un excelente puerto, que después llamamos puerto Henry, donde permanecimos desde el 2 al 5 de abril, empleados en hacer un levantamiento adecuado del puerto y adyacentes, y determinando la latitud y longitud. ( La descripción de puerto Henry está dada en nuestras Instrucciones de Navegación.)”

“El puerto interior, señalado en el plano por el nombre “Dársena Aid”, está perfectamente rodeado de tierra, y es lo suficientemente amplio como para contener un escuadrón numeroso de los barcos más grandes en veinte brazas de agua, con fondo de barro, y como está completamente protegido de los efectos del viento y de la mar es como un dique. En el lado suroeste de la cuenca hay un lago de agua dulce, que descarga mediante un pequeño arroyo, en el cual pueden ser convenientemente llenados los toneles por medio de mangueras de lona, y las orillas alrededor tienen madera para combustible en abundancia; pero, por las altas montañas circundantes, algunas se alzan casi perpendiculares hasta una altura de dos mil pies, las densas nubes que sobresalen en esta cuenca, las densas exhalaciones que surgen de ella en los raros intervalos en que brilla el sol, junto al excesivo predominio de la fuerte lluvia en estas costas, este lugar debe ser desagradable e insalubre. Tales objeciones no son aplicables a la bahía exterior, ya que sus costas proporcionan protección, pero no impiden la libre circulación del aire. Es lo suficientemente grande para permitir un fondeadero conveniente y seguro de cinco o seis fragatas.”

“Recogimos la red de cerco con muy poco éxito, ya que sacamos sólo unos pocos pejerreyes; no tuvimos mejor suerte con nuestras lienzas de pescar; pero la prueba podría haber sido más rentable en otra estación, a juzgar por el número de lobos de mar que vimos en las rocas fuera del puerto, que viven principalmente de peces. Los choros, lapas, y erizos abundan aquí, y son buenos y saludables en su especie. Las aves son pocas en número, y de las especies más comunes en estas regiones. No fueron vistos cuadrúpedos de cualquier tipo; pero el comisario me dijo que había observado, cerca de la playa de arena, las huellas de un animal de cuatro patas, parecidas a las del tigre: las siguió a una caverna, y de allí a la selva. También dijo que había visto varios colibríes.”

“Con la excepción del apio silvestre, y la baya del madroño, no sé de ninguna producción vegetal útil que este lugar ofrezca, a no ser que se pueda mencionar el canelo. Algo de pasto grueso, adecuado para animales, puede ser obtenido allí. Los únicos signos de habitantes fueron algunos wigwams en la punta oeste, que parecían haber sido abandonados hacía mucho tiempo: en su construcción eran exactamente similares con aquellas levantadas en el estrecho de Magallanes por las tribus migratorias; y las conchas de choros, lapas y erizos, en sus alrededores, mostraban que los antiguos inquilinos de estas casuchas obtenían, como las tribus magallánicas, una parte principal de su subsistencia de los mariscos.”

“Alrededor del puerto las montañas son de granito, totalmente desnudas en sus cumbres, y sus lados norte y oeste, pero las partes bajas están densamente cubiertas en los lugares protegidos y quebradas, en parte con árboles, y en parte con maleza, entre los árboles que crecen aquí observamos, como de costumbre, dos tipos de hayas, un árbol como el ciprés, pero de tamaño pequeño, y el canelo. Los matorrales están formados por todos los diversos arbustos que habíamos encontrado en el estrecho de Magallanes; y esta maleza está tan densamente esparcida sobre las partes bajas de las costas del puerto, que solamente gateando sobre ella la distancia de unas pocas yardas de las rocas puede ser ganada; y por lo general tienen una resistencia insuficiente para soportar el peso del hombre, que frecuentemente se hunde bajo ella, y queda enteramente enterrado, lo que hace difícil lograr salir solo por sí mismo.”

“Apenas alguno de los árboles alcanzan un porte adecuado para cualquier otra cosa que leña; de los que cortamos había apenas uno que no tenía más o menos podrido el corazón, un defecto probablemente causado por la extrema humedad del clima.”

“Durante nuestra estada, nuestro navegante, acompañado por el contramaestre ( Thomas Sorrell, ahora contramaestre del “Beagle” (1837). Él fue contramaestre del “Saxe Cobourg cuando naufragó en puerto Furia – R.F.), un experimentado lobero, fueron a cazar lobos en las rocas, y regresaron a las pocas horas, con algunos de clase inferior, llamados “lobos de dos pelos”, los que eran numerosos; pero el oleaje en la mayoría de los lugares era muy fuerte para permitirles desembarcar sin mucho riesgo. Los fritos de los lobos jóvenes pensamos que son extremadamente buenos, no superados siquiera por los excelentes fritos de cordero.”

“En la mañana del 5 zarpamos hacia el oeste, apartados de la tierra de cada lado de la entrada; y a la puesta del sol, el cabo Tres Puntas demarcaba N al O 172 O, distante dos leguas. La brisa del norte, que habíamos tenido desde que salimos de puerto Henry, aumentó rápidamente a un fuerte temporal, y a las 8 PM estábamos reducidos a navegar con la vela mayor y la vela trinqueta aferradas. El temporal continuó con violencia sin aminorar durante el 6, 7 y 8 del norte, del NO y del SO, con mar montañosa confusa. Nuestras cubiertas estaban inundadas constantemente, y casi nunca pudimos llevar algo más que la vela mayor y la vela trinqueta aferradas. Ocurrieron sólo dos accidentes: el pequeño bote que llevábamos a popa fue barrido por la mar gruesa que rompía sobre nosotros, mientras lo izábamos al interior del buque; y el barómetros marino fue quebrado por el violento movimiento del buque. Al mediodía, del 8, el cabo Corso estaba de nosotros, por cálculos, al SE (verdadero) distante cincuenta y cinco millas. Yo había tratado de ganar una ancha lontananza para obtener una mar menos turbulenta, y porque ni siquiera un esbozo de la linea de la costa de la isla Campana estaba dibujada en la carta. No tuvimos, durante estos tres días, el vislumbre del sol o de una estrella, porque sopló un temporal constante, acompañado por chubascos, tiempo brumoso y lluvia. De acuerdo a la época del año, la estación del invierno no debería haber llegado, pero el tiempo parecía decir que ya había llegado – Hosco y triste, con todo su séquito de vapores, nubes, y tormentas. “

“El viento amainó al amanecer del día 9, y roló hacia el sur, y luego hacia el SE (el cuadrante del buen tiempo de esta costa). Viramos para acercarnos a tierra, y alrededor de las 10 AM apareció vista desde el tope del mástil. Al mediodía, eran visibles desde cubierta altas montañas; nuestra latitud, por observación, era 48°51', y nuestra longitud, por el cronómetro, 00°27' al oeste de puerto Henry. No obtuvimos sonda con un escandallo de ciento diez brazas. De allí gobernamos al este (magnético) hacia una montaña notable, la cual, cuando estuvimos casi en el paralelo de ella al mediodía, había sido marcada en la carta como Pico Paralelo. La costa que estábamos viendo era la de la isla “Campana”, y, en su apariencia general, no difiere de la de Madre de Dios. Era tarde antes de que llegáramos muy cerca de tierra; pero, por un par de leguas hacia el norte, y como una legua al sur del paralelo de nuestra latitud del mediodía, podíamos distinguir rocas y rompientes bordeando la costa a una distancia de dos leguas de la orilla.”

“Al crepúsculo nos pairamos para la noche; pero en lugar de reanudar el examen de la costa a la mañana siguiente, nos habíamos encontrado otro temporal de viento del NO, el cual, antes del mediodía, nos redujo a tener la vela mayor y la vela trinqueta aferradas. Este temporal de repente amainó en el cuadrante oeste, lo que fue excepcional; ya que aquellos que habíamos experimentado normalmente comenzaban del norte, luego rolaban hacia el oeste, desde ese punto hacia el SO, soplaban con la mayor furia, y virando hacia el sur, normalmente disminuían hacia el este del sur.”

“Durante la tarde, nuevamente llegamos a tierra cerca del Pico Paralelo, pero no nos pudimos acercar a ella. A la mañana siguiente (11), con buen tiempo, y una fresca brisa del SO b. O, una vez más vimos la tierra cerca del Pico Paralelo; y cuando estábamos distante de la costa unas ocho millas, gobernamos hacia el N b E a lo largo de la costa. Al mediodía nuestra latitud fue 48° 47'”

“Durante toda nuestra navegación a lo largo de la costa este día, bordeamos una serie de islotes rocosos, rocas, y rompientes, situadas frente a la costa a una distancia de tres o cuatro millas. Algunos de los islotes se elevaban varios pies sobre la superficie del mar, otros eran bañados por el mar, y había rompientes que se notaban sólo ocasionalmente. A lo largo de esta linea las olas rompían muy fuertemente, y, afuera, prevalecía una mar de ola grande, en la cual la nave estaba muy incómoda.“

“Esta linea de peligros no es del todo continua; porque hay una abertura de cerca de dos millas de ancho, a la cuadra del Pico Paralelo, hacia el sur de la cual hay una ensenada, donde es posible que pueda haber un puerto; pero, considerando el predominio de los fuertes temporales del oeste y tiempo brumoso, si hay uno, poco navíos se atreverían a dirigirse allí; y este borde debe, pensaría, ser considerada como una barrera que no deberían pasar. Como se encuentran lobos marinos en las rocas, los veleros dedicados en este tráfico podrían no, quizás, ser disuadidos por estos peligros, pero todos los otros deberían darle a esta extensa costa un buen veril. Navegamos pasadas las rompientes a una distancia de cerca de una milla, habiendo sondado fondo de roca, en treinta a treinta y tres brazas.”

“La terminación de la linea de la costa hacia el norte era una isla alta, escarpada, con un pequeño pico en su extremo norte. La extremidad de la tierra firme era más bien un cabo formado por un alto risco, de donde la costa se extiende hacia el sur, con escarpados, picos montañosos y cadenas, hasta tan lejos como Pico Paralelo. Al atardecer, el extremo NO de Campana estaba al norte (magnético), distante tres leguas, y desde el tope del palo pude ver muy claramente el cinturón de rocas y rompientes que se extiende sin interrupción hacia el norte, tan lejos como el final de Campana. “

“Navegamos hacia afuera por la noche, y tuvimos vientos suaves y variables, o calmas, hasta las 2 AM del 12, cuando una brisa del norte se levantó, y refrescó tan rápidamente, que al mediodía de nuevo estábamos con la mayor y la trinqueta aferradas. El temporal estuvo acompañado, como de costumbre, por una lluvia incesante y tiempo brumoso, y una mar gruesa que mantuvo nuestras cubiertas siempre inundadas.”

“El efecto de este clima húmedo y miserable, del que habíamos tenido tanto desde que dejamos puerto del Hambre, se manifestó en el estado de nuestra lista de enfermos, en la cual habían muchos pacientes con catarro, pulmonía y dolores reumáticos. El temporal continuó sin disminuir hasta la mañana del 13, cuando, habiendo moderado, viramos y gobernamos al NE para acercarnos a tierra. Al mediodía una buena altura meridiana nos dio una latitud 48° 30' sur, y casi al mismo tiempo vimos la tierra demarcando al NE b E, la que pronto distinguimos que era el Pico Paralelo. Después de haber estado balanceándonos ampliamente por el mar, hacia sotavento, estábamos considerablemente al sur de nuestra estima, lo que indicaba una corriente hacia el sur, pero bajo tales circunstancias su dirección exacta y fuerza, no pudo ser determinada. “

“Continuamos a lo largo de la costa, tomando ángulos y demarcaciones para el levantamiento, y al ocaso el extremo NO de Campana estaba al norte de nosotros (magnético), distante cinco leguas. Estando ahora a la altura del extremo NO de la isla Campana, que forma el cabo suroeste del golfo de Penas, estimé que, antes de continuar examinando sus entradas, debía mirar por puerto Santa Bárbara, que había sido colocado en las cartas antiguas en estos alrededores. Por lo que permanecimos tranquilos durante la noche, y a las 4 AM viramos para acercarnos a tierra; al amanecer los extremos de esta fueron vistos indistintamente a través de un ambiente muy nublado y brumoso, del N 39° E al S 53° E. Alrededor del mediodía el clima despejó, y pudimos obtener la altura meridiana del sol, la que nos dio una latitud 48° 09' sur (El extremo NO de la isla Campana demarcaba N 71° 40 E. Dos islas montículos distantes – respondían muy bien a la posición de las islas Guayaneco de las cartas españolas- N 53° 30' E y N 55° 48' E, y una roca notable, la “Dundee” de Bulkeley y Cummings, de cerca de cuarenta y cinco pies de altura, que se levanta del mar como una torre, distante de la costa cinco millas, demarcada al este nuestro, distante una milla.) Pusimos rumbo hacia la roca Dundee, y cuando estábamos a la cuadra de ella, gobernamos al NE (del compás) hacia una abertura en la parte baja de la costa por la proa, respaldada por montañas muy altas, la cual encontramos era la entrada al puerto Santa Bárbara. La costa hacia el sur estaba llena de islotes rocosos, rocas y rompientes, que se extendían una legua mar adentro, y habían otros hacia el norte. Estábamos en un canal de media milla de ancho, a través del cual continuamos nuestra navegación, sondando de quince a once brazas, y en la tarde fondeamos cerca de la entrada del puerto.”

“Como nuestra situación presente estaba completamente expuesta a los vientos del oeste, fui a inspeccionar una profunda ensenada en la costa sur, que resultó ser un buen puerto, perfectamente protegido de todos los vientos, con una profundidad de tres y media brazas sobre un buen fondo de arena. En la tarde levamos ancla y nos movimos hacia un atracadero en el puerto interior, donde nos amarramos en tres brazas. Encontré tirado, justo sobre la marca de la alta marea, medio enterrado en la arena, el bao de una nave de gran tamaño (largo veinte pies cinco y media pulgadas, doce pulgadas por lado, y un moldeado de ocho y medio pulgadas.) Inmediatamente conjeturamos que este había formado parte del desafortunado Wager, uno del escuadrón de Lord Anson (la historia de cuya pérdida está tan bien contada en los relatos de Byron y Bulkeley): las dimensiones parecían corresponder con las de su tamaño, y la conjetura fue reforzada por la circunstancia de que una de las escuadras para afirmarla al costado del buque había sido cortada, lo que sucedió en su caso, cuando sus cubiertas fueron barrenadas para sacar las provisiones; todos los tornillos estaban muy corroídos; pero la madera, con excepción de la parte exterior que había sido carcomida, estaba perfectamente sana. Nuestro carpintero se pronunció que era roble inglés.”

“La tierra alrededor del puerto es similar a la de puerto Henry. Sus costas son rocosas, con algunos manchones de playa de arena, pero por todas partes cubierta de árboles, o una impenetrable selva, compuesta de árboles enanos y arbustos. La tierra, en la mayoría de los lugares, se eleva abruptamente desde la costa a las montañas , algunas de las cuales alcanzan una altura de más de dos mil pies, y son bastante desnudas en sus cimas, y en sus costados, excepto en las quebradas protegidas, donde se encuentra que crece un espeso grupo de árboles. Estas montañas, o por lo menos sus bases, donde pudimos extraer muestras, eran de basalto, con grandes masas de cuarzo incrustado en ellas, pero en algunas partes de la costa eran de granito muy grueso.”

“Como en la vecindad de puerto Henry, el espesor de la selva nos impidió ir más lejos; la mayor distancia fue ganada por el teniente Skyring, quien, con su celo acostumbrado de continuar el levantamiento, subió algunas de las montañas con el propósito de obtener demarcaciones de puntos remotos, él me comentó – que recorrió muchas millas en el ascenso hasta de alturas moderadas; la tierra era muy alta y muy irregular, las montañas parecían no seguir ninguna dirección uniforme, y la cadena más larga que observó no sobrepasaba las cinco millas. La tierra plana entre las alturas nunca fue más de dos millas en extensión, el terreno era siempre pantanoso, y generalmente habían pequeños lagos que recibían el drenaje de los arroyos montañosos. En verdad todo el terreno parecía roto y desconectado.”

“Algunas de las montañas se les determinó tener una altura de 2.500 pies, pero la altura general era de de alrededor de 2.000 pies. Una isla grande, en el lado norte del puerto, es un excelente lugar de aguada, en la cual los toneles pueden ser convenientemente llenados en los botes. También es un objeto de gran belleza natural: el cerro, que forma su lado oeste, se eleva setecientos u ochocientos pies, casi perpendicularmente, y cuando se mira desde su base en un bote, parece fantástico: está revestido con árboles, entre ellos el canelo de hojas verde claras, y las flores rojas de las fucsias, que unen sus tintes con el follaje más obscuro de los otros árboles. Esta parte perpendicular se extiende hacia el norte hasta encontrarse con el cuerpo de la montaña, la cual es arqueada en una espaciosa caverna, de cincuenta yarda de ancho y unos cien pies de alto, cuyos lados están revestidos con el rico crecimiento de arbustos; y ante ellos desciende una cascada por la cara escarpada de la montaña.”

“En la orilla encontramos dos wigwams indígenas, y los restos de un tercero; pero evidentemente habían sido abandonados hacía tiempo, ya que el pasto había crecido tanto alrededor como dentro de ellos a una altura de más de un pie. Estos wigwams eran exactamente iguales a aquellos del estrecho de Magallanes: uno era el más grande que yo había encontrado, tenía dieciocho pies de diámetro. Las únicas aves terrestres que vi fueron dos búhos, que pasaron junto a nosotros después del atardecer con un ruido de chirrido.”

“En los pedazos de playa de arena, en el puerto interior, lanzamos la red de cerco, pero sin éxito; esperábamos encontrar aquí abundantes peces, ya que habíamos visto muchos lobos marinos en las rocas de afuera, y por encontrar el agua un tanto roja por el desove de las cigalas. Choros y lapas eran bastante abundantes, y locos (Concholepas Peruvian) usados por las tribus magallánicas como tazas para beber, fueron encontrados en gran número adheridos a las rocas.”

“Nada podría ser peor que el tiempo que tuvimos durante los nueve días de estadía aquí; el viento, de cualquier cuadrante que soplara, traía espesas nubes, que se precipitaban en torrentes, o como una llovizna. Estábamos bien protegidos de los vientos normales; pero muchos remolinos turbulentos fueron causados por las alturas que nos rodeaban, mientras que el paso de las nubes mostraban que los fuertes y arrachados vientos del noroeste eran los predominantes.”

“En la mañana del 24, salimos al mar con una brisa del sur. La extensión de la costa desde la parte este de puerto Santa Bárbara hasta la parte exterior de las islas Guayaneco presenta varias entradas que se adentran profundamente en la tierra; pero está completamente rodeado de rocas e islotes rocosos, los cuales, quedan generalmente hacia la costa de sotavento, lo que los vuelve extremadamente inseguros para aproximarse. Al observar una abertura entre algunos islotes, a los cuales les habíamos tomado demarcaciones al mediodía, nos detuvimos para ver si ofrecían un fondeadero, al acercarnos a la extremidad de la isla más grande, navegamos a lo largo de ella a una distancia de solo media milla, cuando después de haber recorrido dos millas a través de un laberinto de rocas y sargazos, nos vimos obligados a alejarnos, y al hacerlo apenas capeamos, por una eslora, el islote exterior. Considerando inútil gastar más tiempo en examinar esta peligrosa parte del golfo, nos dirigimos hacia el cabo Tres Montes, su cabo noroeste.”

“Al atardecer el cabo Tres Montes estaba al N 25° O, distante dieciocho millas. Desde este punto el cabo parecía muy alto y nítido; hacia el este de él, se veía tierra sin interrupción hasta tan lejos como alcanzaba la vista. Nos acercamos a la costa la mañana siguiente, y fue entonces una decepción saber, precisamente, cual era el cabo. La montaña más alta era la proyección sur, que había sido señalada en la carta como cabo Tres Montes, pero ninguna de las alturas, desde ningún punto de vista, nunca nos parecieron como 'tres montes'. La tierra, aunque montañosa, parecía arbolada, y tenía un contorno menos escarpado que el que habíamos estado recorriendo hasta ahora, desde que dejamos el Estrecho. Gobernamos a lo largo de la costa oeste cercana al cabo Tres Montes, y al mediodía estando a tres millas de la costa, observamos, en latitud 46°,5 sur, el cabo, demarcando al N 80° E (magnético), distante siete millas. El cabo más al norte a la vista estaba al N 26° O, distante diez millas, sondando noventa y siete brazas. Poco después otro cabo abrió al N 37° O (magnético).”

“El paralelo de cuarenta y siete grados, el límite asignado a nuestro levantamiento, había sido sobrepasado, por lo que no me aventuré a seguir la costa más lejos, aunque estuvimos fuertemente tentados de hacerlo porque vimos que tendía ser tan diferente a lo que estaba delineado en las cartas antiguas. Un entrante en la costa se presentaba entre dos proyecciones montañosas a cada lado de una tierra baja (de las cuales el de más al norte era el cabo que habíamos demarcado al mediodía), entramos para ver si había fondeadero pero resultó ser solo una ensenada desabrigada, al fondo de la cual había una furiosa marejada. Entonces nos dirigimos hacia el sur, a lo largo de la tierra del cabo Tres Montes, con el fin de examinar el lado norte del golfo de Penas.”

“La mañana siguiente estuvo buena: el cabo Tres Montes demarcaba al NE, distante cerca de tres leguas. Nos detuvimos y mientras el oficial de navegación fue en una ballenera, a inspeccionar una bahía arenosa ( de la cual el cabo Tres Montes era la parte más hacia el este) por si había un fondeadero: regresó cerca del ocaso, e informó que había encontrado un fondeadero; pero que era muy desprotegido del viento, y expuesto a grandes marejadas. La tripulación del bote había embarcado una serie de lobos de mar, y la cantidad de lobos de dos pelos para freír que trajeron ofrecieron un bienvenido agasajo para sus compañeros de rancho y para ellos mismos.”

“Al amanecer del (27) estábamos a cuatro leguas del cabo Tres Montes, demarcando N 68° O (magnético) un notable pico, marcado en la carta como el 'Pan de Azúcar', N 19° E, distante veinticuatro millas, y siendo nuestra sonda sesenta y ocho brazas. Este pico se parecía en apariencia, el Pan de Azúcar de Río de Janeiro: se eleva de un grupo de islas altas y densamente arboladas, que forman aparentemente la costa este de una entrada, de la cual la tierra del cabo Tres Montes es la parte oeste. Más allá hacia el NE se alza una montaña alta y notable, marcada en nuestras cartas como el 'Domo de San Pablo'. Se ve por encima de las tierras altas adyacentes. La altura del Pan de Azúcar es de 1.836 pies, y la del Domo de San Pablo, 2.284 pies.”

“Durante el día navegamos hacia la tierra al este del cabo Tres Montes, y en la noche conseguimos fondear en una bahía arenosa, a nueve millas del cabo, donde nuestra profundidad del agua era doce brazas, a una distancia de un cable y medio de la costa. Permanecimos en este fondeadero hasta el mediodía del día siguiente, mientras el teniente Skyring desembarcaba en unas rocas bajas separadas de la orilla, donde pudo tomar algunos ángulos muy ventajosos; y durante su regreso levamos y nos adentramos en el golfo, entre la tierra al este del cabo Tres Montes, y unas islas altas, bien arboladas. Las costas de la tierra firme, tanto como las de las islas, son nítidas, y el canal entre ellas no tiene peligros: la tierra está en todas partes arbolada de manera exuberante. Cerca de una milla y media hacia el norte de la playa de arena, de la cual habíamos zarpado, existe otra, más amplia, y una milla más lejos, una considerable abertura en tierra firme, cerca de una y media milla de ancho, se nos presentó, teniendo en su boca dos pequeñas islas densamente arboladas, por lo cual, gobernamos para determinar si había un puerto. El agua era profunda en la boca, entre treinta y ocho y treinta y cuatro brazas; pero al comparar lo bajo de las costas al extremo SO, y la aparición de dos playas de arena, nos indujeron esperar que una profundidad moderada dentro de el. A medida que avanzábamos, un larga raya blanca fue observada sobre el agua, y fue informada desde la cofa como un banco de arena; pero pronto determinamos que era espuma arrastrada por la marea, y tuvimos la satisfacción de fondear en dieciséis brazas sobre un fondo arenoso, en un muy excelente puerto, al que designé puerto Otway, como un homenaje de respeto al comandante en jefe de la Estación Sud Americana, contralmirante Sir Robert Waller Otway, K.C.B.”

*****Aquí se produjo una deficiencia en el diario del comandante Stokes, la cual apenas se pudo remediar con el bitácora del “Beagle”. Desde el 30 de abril hasta el el 9 de mayo hubo una sucesión de tormentas, acompañadas por un casi incesante y fuerte aguacero, que impidieron que la nave fuese movida, pero resultaron, en cierto sentido, ventajosas, porque proporcionaron un oportuno cese del trabajo para la fatigada tripulación, y obligaron al comandante Stokes tomar un pequeño descanso, que él tanto requería, pero lamentaba permitírselo, al que se sometió a regañadientes. Continuó su diario el 9 de mayo, afirmando que “Entre las ventajas que presenta este admirable puerto para la navegación, una capital parece ser el abundante crecimiento de sólida y bien formada madera, con las cuales sus costas, aún hasta el borde del mar, están estrechamente cubiertas, con las cuales una fragata de las más grandes puede obtener palos lo suficientemente largos como para reemplazar un mastelero, vergas del velacho, o aún una verga baja. Con el fin de tratar de saber cual era la calidad de la madera, para, que en caso de emergencia, fuera empleada en un estado inmaduro, envié al carpintero con su gente a cortar dos palos para un mastelero del juanete y un verga. Los que trajeron a bordo eran hayas; la más grande de trece pulgadas de diámetro, y treinta pies de largo.”

“El 10, como el tiempo había mejorado, el “Beagle” fue movido hasta la cabeza de la entrada, a un fondeadero en el seno Hoppner, y el 11 fui con el teniente Skyring a examinar la abertura, en cuyas afuera estábamos fondeados.”

“En cada lado de ella encontramos calas, tan perfectamente protegidas y con tan inagotable suministro de agua dulce y de combustible, que lamentamos que no estuviesen en una parte del globo donde tales ventajas pudieran beneficiar a la navegación. La profundidad del agua al medio del canal era generalmente de cuarenta brazas; en las bahías, o calas, variaba desde dieciséis a veinticinco brazas , siempre con fondo de arena. Vimos muchos lobos de dos pelos, cardúmenes de delfines de color blanco y negro, y aves del tipo habitual en número considerable. En varios lugares de la costa habían partes de esqueletos de ballenas; pero no vimos animales de cuatro patas, o el más mínimo rastro de un asentamiento humano. La inusual pureza de la mañana, la suavidad del agua, y la proximidad de las altas montañas adyacentes, cubiertas hasta casi su cima con el máximo follaje, con todos las hojas en reposo, combinado con la quietud del entorno le daban a la escena un aire excepcional de un tranquilo reposo. Llegamos a la extremidad de la entrada, que determinamos que estaba alrededor de seis millas de su boca, y pensando que era la costa interior de un istmo, no muy ancho, la curiosidad nos llevó a intentar ver su costa exterior: así es que aseguramos el bote, y acompañados por cinco hombres de la dotación del bote, con hachas y cuchillos para abrirnos camino, y marcar los árboles para guiarnos en nuestro camino de regreso, nos sumergimos en el bosque, que era apenas permeable a causa de su crecimiento enmarañado, y las obstrucciones que presentaban los troncos y las ramas de los árboles caídos.”

“Nuestra única guía era una mirada ocasional, desde lo alto de un árbol, de las cimas de las montañas, por las cuales nos habíamos guiado en nuestra navegación. Sin embargo, las dos horas de este tipo de trabajo fueron recompensadas al encontrarnos a la vista del gran Mar del Sur. Sería un vano intento tratar de describir adecuadamente el contraste entre la última escena quieta exhibida con la vista que tuvimos al salir de este oscuro bosque. La cala donde dejamos nuestra embarcación se parecía a un lago de montaña calmado y aislado, sin una ondulación en sus aguas: la playa en la cual estábamos parados era la de una horrible costa rodeada de rocas, azotada por el oleaje terrible de un océano ilimitado, impulsado por vientos casi incesantes del oeste.”

“Nuestra vista de la costa estaba limitada en cada lado por promontorios montañosos rocosos: el de más al norte, que llamé cabo Raper, eran rocas y rompientes, que extendían cerca de una milla hacia el mar. Habiendo tomado las pocas demarcaciones que nuestra ubicación nos permitieron, volvimos sobre nuestros pasos hacia el bote, y con la ayuda de las marcas que habíamos dejado en los árboles, lo alcanzamos en una hora y cuarenta y tres minutos.”

“Algunos de los árboles de haya de este bosque eran de quince pies de circunferencia; y no vi ninguna diferencia en su tipo de los que ya habíamos visto en puerto Otway. Unos pocos reyezuelos fueron los únicos seres vivos que vimos; ni siquiera un insecto fue encontrado durante nuestra caminata, en el fondo de algunos de los arroyos que cruzaban el bosque había una arena particularmente brillante, la que tenía mucha apariencia de oro, por lo que algunos de nuestra gente llevaron una bolsa llena a bordo para ser probada. La sustancia brillante resultó ser, como yo lo había supuesto, partículas pequeñísimas de granito desintegrado. No tuvimos la buena suerte de descubrir corrientes similares a las que cantó el poeta, 'Cuya espuma es ámbar, y cuya grava es oro'.”


Revisada la ortografía el 111211 -








sábado, 10 de diciembre de 2011

Volumen I Prefacio e introducción (Páginas I a XX)


Viajes del “Adventure” y “Beagle” – Volumen I

Relato de los viajes de levantamiento hidrográfico de los buques de Su Majestad “Adventure” y “Beagle” entre los años 1826 y 1836, describiendo sus estudios de las costas meridionales de Sud América y la circumnavegación del globo por el “Beagle”. En tres volúmenes. Volumen I. Londres: Henry Colburn, Great Marlborough Street. 1839.
Londres: Impreso por J.L.COX e hijos, 75, Great Queen Street, Lincoln's-Inn Fields.

Volumen I

Relatos de la primera expedición, 1826-1830, bajo el mando del Capitán de Navío P. Parker King, R.N., F.R.S.

Al muy honorable The Earl of Minto, G.C.B., Primer Lord Comisionado del Almirantazgo.

Mi Lord:

Tengo el honor de dedicar a su señoría, como Jefe del Servicio Naval , este relato de los viajes de levantamiento hidrográfico del “Adventure” y “Beagle”, entre los años 1826 y 1836.

Tuvieron su origen en la Junta del Almirantazgo, la cual presidía el vizconde Melville, estos viajes han sido continuados, desde 1830, bajo los sucesores de su señoría en el cargo.

El comandante King me autorizó para presentar los resultados de la expedición que él comandó, desde 1826 a 1830, ante vuestras señorías, unidos a aquellos de los viajes subsiguientes del “Beagle”.

Tengo el honor de ser,

Mi Lord,

Atento y seguro servidor de sus señorías

Robert Fitz-Roy.

PREFACIO

En este trabajo, el resultado de nueve años de viajes, en parte en costas poco conocidas, se ha tratado de combinar una información general con el objetivo primordial de cumplir la tarea del Almirantazgo, en beneficio de los hombres de mar.

Detalles, puramente técnicos, se han evitado en la narración más de lo que habría deseado, pero algunos se han agregado en el Apéndice de cada volumen, y en una memoria náutica, elaborada para el Almirantazgo, en los cuales lo aquí omitido será encontrado.

Hay una pocas palabras empleadas frecuentemente en las páginas siguientes, que pueden no ser familiares a primera vista a todos los lectores, por lo tanto deseo disculparme por decir que, aunque el apellido del gran navegante portugués era Magalhaes – es generalmente pronunciado como si estuviese escrito Magellan. – que los nativos de Tierra del Fuego son comúnmente llamados fueguinos – y que Chilóe es acentuado así por las razones dadas en la página 384 del segundo volumen.

En ausencia del comandante King, que me ha confiado la tarea de publicar su parte en este trabajo, es posible que haya pasado por alto errores que él habría detectado. Estando apurado, y enfermo, mientras me ocupaba de la impresión de este volumen, no fui capaz de detectarlos.

Puede ser un tema que lamentar, que no haya un documento sobre la Botánica de la Tierra del Fuego como apéndice al primer volumen. El comandante King hizo grandes esfuerzos en la formación y preservación de una colección botánica, ayudado por una persona que se embarcó únicamente con este propósito. Él puso esta colección en el Museo Británico, esperando que un botánico de primer nivel la examinaría y describiría, pero fue decepcionado.

En conclusión, le ruego recordar al lector, que el trabajo es inevitablemente inconexo y de un carácter mezclado; que algunas partes pueden ser totalmente carentes de interés para la mayoría de los lectores, aunque, quizás, no son desprovistas de interés para todos, y que su publicación surge solamente de un sentido del deber.

ROBERT FITZ-ROY

Londres, marzo 1839.


INTRODUCCIÓN

En 1825, sus Señorías Comisionados del Almirantazgo ordenaron que dos barcos fueran preparados para un levantamiento hidrográfico de las costas australes de América del Sur; y en mayo, del año siguiente, el Adventure y el Beagle estaban fondeados en el seno Plymouth, listos para la ejecución de las órdenes de sus Señorías.

Estas naves estaban bien provistas con todo lo necesario, y todas las comodidades, que la generosidad y las atenciones del Almirantazgo, la Junta Naval, y los oficiales del astillero, pudieron proveerlos.

A bordo del Adventure, una nave espaciosa, de 330 toneladas de arqueo, sin cañones (excepto uno de saludo), ligeramente aunque sólidamente aparejado, y de construcción muy fuerte, estaban:
Phillip Parker King Comandante e hidrógrafo, oficial más antiguo de la expedición.
J. Cooke Teniente
B. Ainsworth Navegante
J. Tarn Médico
G. Rowlett Comisario
R.H. Sholl Oficial
J.C. Wickham Oficial
J.F. Brand Oficial
T. Graves Oficial y ayudante hidrógrafo.
G. Harrison Oficial
E. Williams Segundo navegante
J. Park Ayudante médico
W.W. Wilson Guardiamarina
A. Millar Ayudante del navegante
A. Mellersh Voluntario 1a. Clase
J. Russell Voluntario 2a. Clase
G. Hodgskin Escribiente
J. Anderson Coleccionista botánico
Artillero – Contramaestre – y Carpintero
Sargento y catorce Infantes de Marina; y cerca de cuarenta marineros y niños.

En el Beagle, un buque pequeño bien construido, de 235 toneladas, aparejado como barca, y llevando seis cañones, estaban:
Pringle Stokes Comandante e hidrógrafo
E. Hawes Teniente
W.G. Skyring Teniente y ayudante hidrógrafo
S.S. Flinn Navegante
E. Bowen Médico
J. Atrill Comisario
J. Kirke Oficial
B. Bynoe Ayudante médico
J.L. Stokes Guardiamarina
R.F. Lunie Voluntario 1a. Clase
W. Jones Voluntario 2a. Clase
J. Macdouall Escribiente
Carpintero.
Sargento y nueve Infantes de Marina; y cerca de cuarenta marineros y niños.

Durante el transcurso del viaje, ocurrieron varios cambios entre los oficiales, los cuales parecería bien mencionarlos aquí.

En septiembre, 1826, el teniente Hawes fue licenciado por invalidez: y fue sucedido por el Sr. R.H. Sholl, el oficial más antiguo de la expedición.

En febrero, 1827, el Sr. Ainsworth se ahogó desgraciadamente; y, su lugar lo ocupó el Sr. Williams, hasta que fue reemplazado por el Sr. S.S. Flinn del Beagle.

El teniente Cooke fue licenciado por invalidez en junio, 1827; y fue sucedido por el Sr. J.C. Wickham.

En el mismo mes el Sr. Graves recibió la noticia de su ascenso al grado de teniente.

Entre mayo y diciembre, 1827, el Sr. Bowen y el Sr. Atrill fueron licenciados por invalidez, además de los Srs. Lunie, Jones, y Macdouall; el Sr. W. Mogg se embarcó en el Beagle, como comisario suplente, y el Sr. D. Braily, como voluntario de segunda clase.

El Sr. Bynoe quedó como médico del Beagle, después que se fue el Sr. Bowen, hasta diciembre, 1828.

En agosto, 1828, la lamentable vacancia del comandante Stokes fue temporalmente llenada por el teniente Skyring; cuyo puesto fue tomado por el Sr. Brand.

El Sr. Flinn fue entonces sacado del Adventure; y el Sr. A. Millar colocado en su puesto.

En diciembre, 1828, el comandante en jefe de la estación (Sir Robert Waller Otway) reemplazó las órdenes temporales del comandante King, y designó un comandante, un teniente, un navegante, y un médico para el Beagle. El Sr. Brand fue licenciado por invalidez, y las listas de oficiales quedaron así:

Adventure (1828-30)

Phillip Parker King Comandante e hidrógrafo, oficial más antiguo de la expedición.
T. Graves Teniente y ayudante hidrógrafo
J.C. Wickham Teniente
S.S. Flinn Navegante
J. Tarn Médico
G. Rowlett Comisario
G. Harrison Oficial
W.W. Wilson Oficial
E. Williams Segundo navegante
J. Park Ayudante médico
A. Mellersh Guardiamarina
A. Millar Ayudante navegante
J. Russell Voluntario 2a. Clase
G. Hodgskin Escribiente
J. Anderson Coleccionista botánico
Artillero – Contramaestre – y carpintero
Sargento y catorce Infantes de Marina; y alrededor de cincuenta marineros y niños. ( Doce marineros adicionales fueron ordenados, por el Almirantazgo, para la goleta Adelaide).

Beagle (1828-30)

Robert Fitz-Roy Comandante e hidrógrafo
W.G. Skyring Teniente y ayudante hidrógrafo
J. Kempe Teniente
M. Murray Navegante
J. Wilson Médico
W. Mogg Comisario (Interino)
J. Kirke Oficial
B. Bynoe Ayudante médico
J.L. Stokes Guardiamarina
J. May Carpintero
D. Braily Voluntario 2a. Clase
J. Megget Escribiente
Sargento y nueve Infantes de Marina y cerca de cuarenta marineros y niños.

En junio, 1829, el teniente Mitchell se embarcó en el Adventure; y en febrero de 1830, el Sr. A. Millar murió muy repentinamente – lo que fue muy lamentado.

Las siguientes Instrucciones fueron dadas al Oficial más Antiguo de la Expedición

“Por los Comisionados para cumplir con la Oficina del Lord Gran Almirante del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, etc.”

“Considerando que creemos que sería conveniente efectuar un levantamiento hidrográfico exacto de las costas australes de la península de Sud América, desde la entrada sur del río de la Plata, hasta Chiloé; y Tierra del Fuego; y considerando que hemos decidido depositar confianza en usted, por su desempeño en los levantamientos de New Holland, lo hemos puesto al mando del buque hidrográfico de su majestad Adventure; y le hemos ordenado al comandante Stokes, del buque hidrográfico de su majestad Beagle, que siga sus órdenes.”

“Ambos buques cuentan con todos los medios que son necesarios para la ejecución completa del objetivo antes mencionado, y para la salud y la comodidad de sus dotaciones. También se le ha dado toda la información que en la actualidad poseemos, de los puertos que ustedes levantarán; y nueve cronómetros gubernamentales se han embarcado en el Adventure, y tres en el Beagle, para la mejor determinación de las longitudes.”

“Usted está por lo tanto por la presente obligado y se le ordena, que tan pronto como ambas naves estén listas en todos los aspectos, se haga a la mar con ellas, y en el viaje a su destino ulterior, llegue a, o recale en, los siguientes lugares, sucesivamente; a saber: Madeira, Tenerife, el punto más al norte de San Antonio, y el fondeadero de St. Jago; ambos en las islas del Cabo Verde, la isla de Trinidad, en el Atlántico sur, y Río de Janeiro: con el propósito de determinar las diferencias de las longitudes de esos distintos lugares.”

“En Río de Janeiro, recibirá todas las provisiones que pueda necesitar, y hará con el Comandante en Jefe, de esa estación, los acuerdos necesarios que tiendan a facilitar la recepción de nuevos abastecimientos, en el curso de su Expedición. “

“Después de lo cual, se dirigirá a la entrada del río de la Plata, para determinar las longitudes del cabo Santa María, y Montevideo. Luego continuará a levantar las costas, islas, y estrechos, desde el cabo San Antonio, en el lado sur del río de la Plata, hasta Chiloé, en la costa oeste de América, en la forma y orden, como el estado de la temporada, la información que haya recibido, u otras circunstancias, lo puedan inducir adoptar. “

“Continuará con esta tarea hasta que esté terminada; aprovechando cada oportunidad de enviar a nuestra Secretaría y al Comandante en Jefe, sus informes: y también, cada vez que usted desee emitir un juicio sobre ello, ya sea el Comandante en Jefe, o nuestra Secretaría, puedan ser capaces de comunicarse con usted.”

“Además de los acuerdos hechos con el almirante, para conseguir sus pertrechos,y provisiones; usted está, por supuesto, en libertad de tomar todas las otras medidas, que puedan estar a su alcance, para tan esencial propósito. “

“Aprovechará toda oportunidad de coleccionar y conservar muestras de objetos de Historia Natural que puedan ser nuevas, poco comunes, o interesantes; y usted instruirá al comandante Stokes, y a todos los demás oficiales, que empleen sus mejores esfuerzos por aumentar las Colecciones en cada nave, el conjunto de las cuales debe entenderse que pertenecen al Público.”

“En el caso de cualquier accidente irreparable le sucediera a cualquiera de los dos buques, usted provocará que los oficiales y tripulación del buque inutilizado sean transferidos al otro, y con él, por separado, proseguir en el cumplimiento de la tarea , o regresar a Inglaterra, según las circunstancias parezcan requerirlo; entendiendo que los oficiales y tripulantes de ambas naves están por el presente medio autorizados, y ordenados, en continuar desempeñando sus funciones, de acuerdo a sus respectivos rangos y cargos, a bordo de cualquiera de las naves a las que sean destinados. Si, por desgracia, su propia nave fuera la inutilizada, en esa caso usted tomará el mando del Beagle: y en caso que un accidente fatal le sucediera a usted; el comandante Stokes por este medio está autorizado para tomar el mando de la Expedición; ya sea a bordo del Adventure, o del Beagle, como él lo prefiera, colocando al oficial de la Expedición que le siga en antigüedad, al mando del segundo buque: también, en el caso de su incapacidad, por enfermedad u otro, en cualquiera etapa de esta tarea, para continuar efectuando las instrucciones en ejecución, usted deberá transferirlas al comandante Stokes, o al oficial sobreviviente que le siga en antigüedad, quien por la presente estará obligado a cumplirlas, de la mejor manera que pueda, para el logro del objetivo en vista.”

Cuando haya completado las tareas, o deba, por cualquier causa, ser inducido a renunciar a ellas, regresará a Spithead con la rapidez conveniente, y comunicará su arribo, e informes, a nuestro Secretario, para nuestra información.”

“Mientras esté en la Estación Sud Americana, debe considerarse bajo el mando del almirante de dicha Estación, a quien le hemos expresado nuestros deseos que no debería interferir con estas órdenes, excepto ante una necesidad especial.”

“Dado en nuestras manos el 16 de mayo de 1826

(Firmado) “MELVILLE”

“G. COCKBURN”

“Para Phillip Parker King, Esq., Comandante del Buque hidrógrafo de su Majestad Adventure, en Plymouth.”

“Por orden de sus Señorías”

(Firmado) “J.W. CROKER”

El 22 de mayo de 1826, el Adventure y el Beagle zarparon de Plymouth, y en su ruta hacia Río de Janeiro, recalaron sucesivamente en Madeira, Tenerifie y Saint Jago.

El clima desfavorable impidió enviar a tierra una embarcación en la parte norte de San Antonio; pero se efectuaron observaciones en bahía Terrafal, el lado suroeste de la isla; y, después de cruzar el Ecuador, los vientos alisios nos llevaron tan al sur, que Trinidad no podía ser abordada sin un sacrificio de tiempo, lo cual, se consideró, podría ser perjudicial para los objetivos más importantes de la Expedición.

Ambas naves fondearon en Río de Janeiro el 10 de agosto, y permanecieron allí hasta el 2 de octubre, cuando zarparon al río de la Plata.

En Maldonado (en el lado norte del río de la Plata), largaron sus anclas el 13 del mismo mes, y hasta el 12 de noviembre, cada nave fue empleada en el lado norte del río, entre cabo Santa María y Montevideo.