jueves, 18 de agosto de 2011

Volumen I Capítulo V (Abril 1827) Páginas 65 a 83

Llega el teniente Sholl – El “Beagle” regresa – La pérdida del lobero “Saxe Cobourg” - El comandante Stokes va a bahía Furia a salvar su tripulación – Informe del “Beagle” - Memorial de Bougainville – Memorial de Córdova – El “Beagle” en peligro – Dificultades – Crucero del bote del comandante Stokes – Canalizos – Nativos – Trabajo peligroso – La entrada occidental del estrecho de Magallanes – Crucero del “Hope” - Alistamiento para regresar a Montevideo.

El tiempo de ausencia del “Beagle” había expirado el 1 de abril, y nuestra preocupación, aumentada por la pérdida reciente, estaba siendo muy aflictiva. Detuve al “Hope” de ir a efectuar el servicio para el cual se había preparado, para el caso de ser requerido de ir a buscar a nuestro consorte: pero el 6 divisamos un extraño bote ballenero que se acercaba hacia nosotros desde el sur, en el cual pronto distinguimos al teniente Sholl. Su aparición, bajo tales circunstancias, por supuesto aumentaron nuestros temores por la seguridad del “Beagle”; pero, al aproximarse, su grato grito, “¡ todo está bien!” inmediatamente eliminó nuestra ansiedad.

El Sr. Sholl me informó, que el “Beagle” había recogido una embarcación, perteneciente a la goleta “Prince of Saxe Cobourg”, naufragada en bahía Furia, en la entrada sur del canal Bárbara; y que se había instalado en puerto Gallant, desde donde el comandante Stokes había ido con las embarcaciones a ayudar a los loberos, dejando al teniente Skyring a bordo.

Habiéndose establecido la seguridad del “Beagle”, envié al Sr. Graves, con el “Hope” a levantar algunas aberturas entre el canal Magdalena y los Dos Hermanos de Bougainville.

Varios días antes de lo esperado, el “Beagle” hizo su aparición, y el comandante Stokes pronto me dio la agradable información de que había tenido éxito en el salvataje de la tripulación del “Prince of Saxe Cobourg”. Favorecido por el tiempo, aunque atrasado por el práctico que había olvidado la ruta, el comandante Stokes alcanzó bahía Furia en dos días, y embarcó al capitán y la tripulación del velero naufragado, con todos sus bienes personales, y la mayor parte de las pieles de lobo que habían curtido. Al cuarto día llegó de nuevo a puerto Gallant, zarpó de inmediato en el “Beagle”, y dos días después fondeó en puerto del Hambre.

El “Prince of Saxe Cobourg”, propiedad del Sr. Weddel (cuyo viaje hacia el polo sur es bien conocido), y comandado por el Sr. Matthew Brisbane, quien acompañó a Weddel en esa ocasión, zarpó de Inglaterra en el verano de 1826, en un viaje de caza de lobos. En las Shetland del Sur encontró un continuo mal tiempo, y fue asediado por una gran masa de hielo durante varios días, y recibió tanto daño que lo obligaron dirigirse a las costas fueguinas, y fondear en bahía Furia, a la entrada del canal Bárbara. Allí (16 de diciembre de 1826) fue lanzado a la playa por la furiosa fuerza de los williwaws, y naufragó. La tripulación, sin embargo, fue capaz de salvar la mayoría de las provisiones y pertrechos, así como sus tres embarcaciones. Levantaron carpas, y se establecieron en la costa, permaneciendo en angustiosa expectativa de la llegada de algún barco que pudiera socorrerlos, sin embargo pasaron días tras días, sin socorro.

Dos botes fueron enviados para buscar cualquier velero lobero que pudiese estar en la vecindad, pero después de quince días de ausencia regresaron sin éxito. En ese intervalo uno de los tripulantes, que había estado mucho tiempo enfermo, murió; y otro, al descargar sin cuidado un mosquete, hizo explotar veinte libras de pólvora, por lo cual resultó muy quemado. Tres hombres que se amotinaron, fueron castigados siendo enviados, cada uno a diferentes islas, con provisiones sólo para una semana.

Poco después otro bote fue enviado, el cual llegó a puerto Hope, pero no encontró allí ningún velero. Siete personas obtuvieron permiso del capitán (quien mantuvo en correcto estado la disciplina) para tomar el más grande de los botes balleneros, e ir hacia Río Negro. Previo a su partida se elaboró un contrato de acuerdo sobre la conducta general, el incumplimiento del cual iba a ser castigado dejando al infractor en la costa, dondequiera que ello pudiera suceder. La embarcación finalmente llegó sana y salva a su destino, y los tripulantes entraron como voluntarios a bordo del escuadrón Buenos Aires, en ese momento participando en la guerra con Brazil.

De nuevo una embarcación fue enviada, ordenándosele ir hacia el oeste a través del Estrecho en busca de veleros. Había llegado sólo tan lejos como Playa Parda, cuando el “Beagle” se encontró con ella (3 de marzo de 1827). Mientras navegaba por los canales pequeños, antes de entrar al Estrecho, se encontró con varias canoas, con indios, que intentaron detenerla, y le lanzaron flechas a la tripulación, pero, afortunadamente, sin causarles ningún daño.

Después de la salida del último bote, el Sr. Brisbane comenzó a construir una pequeña embarcación, y, mientras estaban ocupados en ello, fueron visitados por un grupo de nativos, que se comportaron muy pacíficos, y se fueron. Su visita, sin embargo, le dio a los náufragos, ahora muy reducidos en número (incluyendo al capitán, habían a bordo, veintidos personas, cuando fueron arrojados a la playa), motivos para recelar de la llegada de un grupo más grande, que podría tratar de apoderarse de las cosas que estaban tiradas en la playa, por lo que enterraron gran parte de ellas, y tomaron las medidas para proteger el resto preparándose para repeler un ataque. Cuando el comandante Stokes llegó con sus dos embarcaciones, los loberos corrieron a sus armas, gritando “los indios, los indios”, pero a los pocos minutos una extraordinaria alegría sucedió a su repentina alarma.

El comandante Stokes encontró el velero tumbado sobre las rocas, dañado, y hecho una ruina total. El capitán y la tripulación estaban ansiosos de salir de ahí, por lo tanto los embarcaron, con la mayor cantidad de bienes que podían ser llevados, y consiguieron (después de otra noche en los botes, y largas ochenta millas de remar) llevarlos en forma segura al “Beagle”.

El siguiente es un resumen del diario del comandante Stokes de su crucero a la entrada occidental del Estrecho.

El “Beagle” zarpó de puerto del Hambre el 15 de enero, para explorar el Estrecho al oeste de cabo Froward, y especialmente para establecer la posición del cabo Pilar, la roca llamada Westminster Hall, y las islas Dirección, en la entrada occidental del Estrecho.

La primera noche el comandante Stokes fondeó en bahía San Nicolás, y en la tarde examinó un puerto detrás de isla Nassau ( Puerto Bougainville, mejor conocido por los loberos como el puerto de Jack), el cual Bougainville, en el año 1765, visitó con el propósito de obtener madera para la colonia francesa en la islas Falkland.

La segunda noche, después de un día casi tranquilo, el “Beagle” fondeó en una caleta al este de cabo Froward, y al día siguiente (17) rodeó el cabo, con todo su velamen desplegado contra un viento por la proa. El relato del comandante Stokes de ese día haciendo bordadas le dará al lector una idea del tipo
de navegación.

“Nuestra pequeña bahía nos había protegido tan completamente del viento, que con ese pensamiento, cuando (a las cinco A.M.) viramos, la brisa era tan ligera que apenas nos permitió, con todas las velas izadas, sortear su entrada; tan pronto como estuvimos fuera, nos vimos obligados a tomar arrizado triple. Continuamos haciendo bordadas con todo el velamen desplegado; nuestro objetivo era doblar el cabo Froward, y asegurarnos, si fuese posible, antes que llegara la noche un fondeadero en el cabo Holland, seis leguas más lejos hacia el oeste. Al principio hicimos bordadas a través del Estrecho hasta llegar a un tercio de milla de cada orilla, ganando, sin embargo, muy poco. Entonces tratamos si, limitando nuestras bordadas a cualquiera de las costas, podríamos encontrar una marea con la cual beneficiarnos; y con ese propósito, comencé por la costa norte, aunque estábamos más expuestos a las violentas ráfagas que venían de los valles, pensé que era conveniente para evitar las corrientes de entrada a los varios canales que intersectan la costa fueguina; pero habiendo hecho varias bordadas sin ninguna ventaja perceptible, probamos la costa sur, con tal éxito que me indujo a mantenerme en ese lado durante el resto del día.

“Y aquí permítaseme comentar, que como consecuencia de los vientos del oeste que soplan a través de la parte occidental del Estrecho de Magallanes, con casi la constancia de los vientos alisisos (con respecto a la dirección, no a la fuerza); se establece una corriente hacia el este, normalmente a una razón de un nudo y tres cuartos en la hora, y será encontrada a medio canal. Las mareas ejercen apenas alguna influencia, excepto cerca de cualquiera de las dos costas; y a veces parecen tirar, hacia arriba en un lado del Estrecho, y hacia abajo en el otro: el momento de la marea generalmente es mostrado por un escarceo. (Mientras la “corriente” corre hacia el este por muchos días a medio canal, o a lo largo de una orilla, frecuentemente sucede que la “corriente de marea” tira en una dirección contraria, a lo largo de cada lado del Estrecho, o que sigue sólo en la orilla opuesta a la bañada por la “corriente”. R.F.).

“Fuertes ráfagas en el cabo Froward repetidas veces nos obligaron a aferrar todo. Durante el día su llegada es anunciada a tiempo para tomar las precauciones necesarias, pues se riza y se cubre de espuma la superficie del agua, y llevando una nube de espuma delante de ellas.

“Por fin doblamos el cabo Froward. Este cabo (llamado por los españoles El morro de Santa Agueda), el punto más meridional de toda América, es un marcado promontorio, compuesto de roca oscura color pizarra; Su cara exterior es casi perpendicular, y viniendo del este o del oeste, se “presenta” como una escarpada colina con su cima redondeada (Morro).

“Bougainville señala, que ''el cabo Froward ha sido siempre muy temido por los navegantes (Viaje alrededor del mundo 1767) que lo doblan para obtener un fondeadero en cabo Holland, ciertamente al “Beagle” le costó una lucha de dieciseis horas como jamás había visto: hicimos treinta y un bordadas, las cuales, con las ráfagas, nos mantuvieron constantemente en alerta, y apenas le permitió a la tripulación sacar sus manos de las jarcias durante todo el día. Pero que eso inspire a un navegante “temor” no lo puedo decir, ya que la costa por ambos lados es completramente limpia, y un velero puede trabajar de orilla a orilla.”

Desde el cabo Holland, el “Beagle”continuó a puerto Gallant y durante su estancia ahí, el Sr. Bowen subió al monte De la Cruz. En la cima encontró algunos restos de una botella de vidrio, y un rollo de papeles, los cuales demostraron ser los memoriales que establecían que habían sido dejados por don Antonio de Córdova, y una copia de un documento que anteriormente había sido depositado ahí por M. de Bougainville. Con estos legajos se encontró una moneda española de dos reales de Carlos III, que había sido doblada para permitir que fuese puesta dentro de la botella. Con bastante dificultad algunos de los escritos pudieron ser descifrados, ya que los legajos, habiendo sido doblados, estaban rotos, y las palabras desfiguradas en los pliegues, y en los bordes.

El memorial de Bougainville estaba en latín. El de Córdova, además de un documento en latin, estaba acompañado por un relato de su viaje, escrito en cuatro idiomas, español, francés, italiano, e inglés. La parte legible del primero era lo siguiente:

Viatori Benevolo salus........
........ que a periculose admodum naviga......
........ Brasilie Bonarve et insularum..........
............................................
.......... incertis freti Magellanici portubus....
...................... historia astronomia....
.... Boug..................................
.... Boug ....Duclos et de la Giranda 2 navium..
..............Primaris
.... Comerson....Doct med naturalista Regio
accu....m. Veron astronomo de Romainville hidrographio
.......... a rege Christianissimo demandans
.......... Landais Lavan Fontaine navium
Loco tenentibus at Vexillariis........
........itineris locus DD Dervi Lemoyne....
............ Riouffe voluntariis.
................ vives..........scriba
Anno MDCCLXVI.


La dedicatoria en latín de Córdova era como sigue:



Benevolo Navigatori
Salutem
Anno Domini MDCCLXXXVIII Vir celeberrimus
DD Antonius de Cordova Laso de Vega navibus duabus (quarum nomina SS Casilda et Eulalia erant ad scrutamen Magellanici freti subsequendum unâque littorum, portuum aliorumque notabilium .................... iter iterum fecit.
.... e Gadibus classis tertio nonas Octobris habenas immittit quarto idus ejusdem Nova ...... vidit



A Boreali ad Austra........miserium postridie Kalendæ Novembris emigravit.
Decimo quarto Kalendas Januarii Patagonicis recognitis litoribus ad ostium appulit freti.
Tandem ingentibus periculis et horroribus tam in mari quam in freto magnanime et constanter superatis et omnibus portubus atque navium fundamentis utriusque litoris correctissime cognitis ad hunc portum Divini Jose vel Galante septimo idu Januarii pervenit ubi ad perpetuam rei memoriam in monte sanctissimæ crucis hoc monumentum reliquit.
Tertio et excelso Carolo regnante potente
Regali jussu facta fuere suo.
Colocatum fuit nono Kalendæ Februarii Anno MDCCLXXXIX.



Junto con una lista de los oficiales de ambos veleros, y adjuntando un memorial del antiguo viaje de Córdova en la “Santa María de la Cabeza”. Los originales están colocados en el Museo Británico, pero antes de que dejáramos finalmente el Estrecho, se hicieron copias en papel vitela, y se depositaron en el mismo lugar.



El “Beagle” dejó puerto Gallant con viento favorable, que lo llevó a puerto Swallow. (Uno de la familia con plumas, que un naturalista no esperaría encontrar aquí, un colibrí, fue derribado de un disparo cerca de la playa por un joven guardiamarina – Stokes MS.)



El próximo lugar de detención fue caleta Marian, un fondeadero muy estrecho en la costa norte, unas pocas millas más allá de Playa Parda. Continuando entonces hacia el oeste, con el viento “en sus dientes”, y con tan mal tiempo, que podían ver la tierra de cualquiera de las costas a intervalos, y al fallar en su intento de encontrar un fondeadero en cabo Upright, el “Beagle” se mantuvo navegando durante una obscura noche llena de dificultades.



En ese mismo lugar, el comodoro Byron, con el “Dolphin” y el “Tamar”, pasó una inquieta noche, que él describió así:
“Nuestra situación era ahora muy alarmante; la tormenta aumentaba cada minuto, el tiempo estaba extremadamente brumoso, y la lluvia parecía amenazar otro diluvio; teníamos una larga y obscura noche por delante, estábamos en un canal estrecho, y rodeados por todos lados de rocas y rompientes.” (Colección de viajes de Hawkesworth, vol. I p. 76). El “Beagle” estuvo bajo similares circunstancias, pero como la costa se sabía que era alta y nítida, su peligro no fue considerado tan iminente.



Al este del cabo Upright la mar estaba en calma; pero entre este y el cabo Providencia había una mar gruesa causada por la gran mar de fondo del Pacífico. El comandante Stokes encontró un fondeadero la siguiente noche en una bahía en el cabo Tamar y la tarde siguiente estuvo muy cerca de llegar a otro bajo el cabo Phillip; pero la obscuridad de una noche lluviosa, y los fuertes chubascos, le impidieron intentar fondear en un lugar desconocido, y el único recurso fue dirigirse a refugiarse bajo el cabo Tamar, donde había pasado la noche anterior. Incluso esto fue un intento peligroso; apenas podían distinguir algunas partes de la tierras altas, y como navegaban con el viento por la popa no podían evitar que el buque fuese demasiado rápido. Mientras navegaban a unos ocho nudos, un violento choque – levantó la proa – escoró – y metió la proa hacia abajo – electrificando a todo el mundo; pero antes de que pudieran investigar alrededor, ella navegaba viento en popa, como antes, habiendo saltado limpiamente por encima de la roca.



Después descubrieron que gran parte de las trincas y la falsa quilla habían sido sacadas de golpe. El informe del comandante Stokes de ese día de trabajo dará una idea de las dificultades que la tripulación del “Beagle” enfrentó al navegar en el Estrecho.



“Enero 31. La tripulación se levantó con la luz del día para levar ancla, pero las fuertes ráfagas que venían de las tierras altas del puerto, hacían muy peligroso virar, hasta que una calma temporal nos permitió hacernos a la vela, y volvimos a hacer bordadas hacia el oeste, contra un viento encontrado, mucha lluvia y fuertes chubascos, y un turbulento mar de través.



“Los chubascos se hicieron más frecuentes y más violentos después del mediodía, pero ellos daban, con la luz del día, suficiente advertencia, eran precedidos por nubes obscuras que se expandían gradualmente hacia arriba, hasta que su linea superior alcanzaba una altura cercana a los cincuenta grados; entonces venía una fuerte lluvia, y quizás granizos, seguidos inmediatamente después por la tormenta con toda su furia, la que generalmente duraba quince a veinte minutos.



“Ciñendo a barlovento con frecuencia prolongábamos nuestras bordadas hacia la costa sur (no exento de riesgo considerando el estado del tiempo), con la esperanza de llegar a bahía Tuesday, o a algún fondeadero por allí cerca, pero la costa estaba cubierta por una neblina tan espesa, que ni un solo punto, mencionado en los informes de los navegantes anteriores, pudo ser reconocido.



“Cerca de las siete de la tarde fuimos atacados por una tormenta, que estalló sobre la nave con una furia lejos muy superior a todas las precedentes; si no hubiésemos aferrado las velas, ni un palo habría quedado en pie, o ella se habría volcado. Así las cosas, la tormenta escoró tanto la nave sobre su costado, que el bote que estaba colgando en la banda de estribor fue barrido por el mar. Entonces viré hacia la costa norte, para buscar un fondeadero a sotavento de un cabo, cerca de tres leguas al noroeste del cabo Tamar. Al acercanos a él, el tiempo se hizo tan cerrado que a veces apenas podíamos ver dos esloras por la proa.



“Estas circunstancias no estaban en favor de explorar bahías desconocidas, y pensar en la posibilidad de pasar la noche, navegando en el Estrecho, habría sido un riesgo desesperado; por lo tanto me vi obligado a ceder la ventaja duramente ganada del trabajo de ese día, y dirigirme al fondeadero desde el cual habíamos partido en la mañana.



“Era casi de noche antes de que llegáramos, y al entrar, deseoso de mantenerme bien hacia barlovento, con el fin de obtener el mejor fondeadero, fui muy cerca de los islotes exteriores, y el buque chocó violentamente en una saliente rocosa. Sin embargo, no se detuvo ni un momento, y pronto fondeamos con seguridad”.



Al encontrar tantos peligros y dificultades, proseguir con el buque, sin saber primero donde dirigirse a fondear, el comandante Stokes dejó la nave en bahía Tamar, a cargo del teniente Skyring; y acompañado del Sr. Flinn, partió en el cúter, con provisiones para una semana, a levantar la costa sur.



En un crucero muy arduo y peligroso, descubrió varios fondeaderos bien protegidos, pero experimentó un “fuerte vendaval constante del ONO, con tiempo brumoso y una incesante lluvia torrencial”.



El comandante Stokes dice: “Nuestra incomodidad en un bote abierto era muy grande, ya que todos estábamos constantemente calados hasta los huesos. Tratando de contornear varios cabos, fuimos obligados varias veces ( después de horas de una lucha inútil contra el mar y el viento) de desistir de un trabajo estéril, y buscar refugio en la caleta más cercana que estuviese a sotavento”.



Desde puerto Misericordia, el comandante Stokes intentó cruzar el Estrecho, en su regreso al “Beagle”; pero la mar estaba demasiada alta, y le obligó posponer su arriesgado intento hasta que el tiempo fuera más favorable.



Durante su ausencia, el teniente Skyring, levantó bahía Tamar y sus alrededores.



Nuevamente el “Beagle” levó, y se esforzó por avanzar hacia el oeste, pero por tercera vez se vio obligado a regresar a bahía Tamar. Después de un nuevo retraso por fin llegó a bahía Sholl, en el cabo Phillip, donde permaneció un día, para hacer un plano del fondeadero, y tomar observaciones para fijar su posición.



El “Beagle” llegó a puerto Misericordia (Puerto Separación de Wallis y Carteret) después de una travesía de treinta días desde puerto del Hambre, el 15, habiendo visitado en su navegación varios fondeaderos en la costa sur. (Fue aquí donde el comodoro Wallis y el comandante Carteret se separaron, el “Dolphin” yendo alrededor del mundo; el “Swallow” regresando a Inglaterra. Como Sarmiento lo nombró puerto de la Misericordia en una fecha anterior, sin duda, este debe ser conservado). Pero si su avance había sido pesado y atormentado, los informes de Byron, Wallis, Carteret y Bougainville muestran que ellos encontraron más dificultades, y les tomó más tiempo, su travesía desde puerto del Hambre hasta la entrada occidental del Estrecho. Byron, en 1764, fue de cuarenta y dos días; Wallis, en 1766, ochenta y dos, Carteret, el mismo año, ochenta y cuatro; y Bougainville, en 1768, cuarenta días, en hacer esta corta distancia.



Estuvieron cinco días en ese lugar, durante los cuales se comunicaron con unos pocos nativos, de quienes el comandante Stokes comenta: “Como se podría esperar por el cruel clima en que habitan, la apariencia personal de estos indios no muestra, tanto en los hombres como en las mujeres, ningún indicio de actividad o energía. Su altura media es de cinco pies y cinco pulgadas; su aspecto físico es enjuto; las extremidades están mal conformadas, y deficientes en musculatura; el pelo de su cabeza es negro, liso y grueso; sus barbas, bigotes y cejas, por supuesto muy escasos, han sido cuidadosamente arrancados; su frente es pequeña, la nariz es más bien prominente, con fosas nasales dilatadas; sus ojos son obscuros, y de tamaño moderado; la boca es grande, y el labio inferior grueso; sus dientes son pequeños y normales, pero de mal color. Tienen un color cobrizo sucio, su rostro es pálido y desprovisto de expresión. Para la protección contra los rigores de estas inclementes regiones, su vestimenta sirve míseramente; siendo solo la piel de un lobo de mar, o de una nutria, puesta sobre los hombros, con la parte peluda hacia el exterior.



“Las dos esquinas superiores de esta piel están unidas a través del pecho con una tira de tendón o piel, y una correa similar la asegura alrededor de la cintura; las faldas son llevadas por delante como una protección parcial. Su peine es una parte de la mandíbula de un delfín, y ungen su cabello con grasa de lobo de mar o de ballena; para quitar la barba o las cejas emplean un tipo muy primitivo de pinzas, específicamente, dos conchas de choros. Embadurnan sus cuerpos con una tierra roja, como el almagre empleado en Inglaterra para marcar las ovejas. Las mujeres, y los niños, llevan collares, formados por pequeñas conchas, cuidadosamente unidas por un trenzado de las finas fibras de los intestinos del lobo de mar.



“Las extensiones que habitan están completamente desprovistas de animales cuadrúpedos; no han domesticado los gansos y patos que allí abundan; de la labranza son totalmente ignorantes; y los únicos productos vegetales que comen son unas pocas bayas silvestres y un tipo de alga marina: Su alimento principal consiste en choros, lapas, y huevos de mar, y, tan a menudo como sea posible, lobo de mar, nutrias, delfines, y ballenas: frecuentemente encontramos en sus viviendas abandonadas huesos de estos animales, que habían sido sometidos a la acción del fuego.



“Viajeros anteriores han observado la avidez con la cual tragan los desagradables desperdicios, tales como piel de lobo en estado de descomposición, lobo de mar rancio, y grasa de ballena, etc. Cuando estuvieron a bordo de mi buque, comían y bebían vorazmente todo lo que se les ofrecía, carne salada, cerdo salado, carne conservada, budín, sopa de guisantes, té, café, vino, o aguardiente – nada les parecía mal. Un pequeño ejemplo, sin embargo, ocurrió, lo cual mostrará lo que prefieren. Cuando desembarcaban, se les dio un pedazo de sebo, del empleado para colocar en la plomada del escandallo, y lo recibieron con particular placer. Fue escrupulosamente dividido, y puesto en los pequeños cestos que hacen de junco, para comerlos después, como la mejor golosina.



“A sus viviendas se les ha dado, en varios libros de viajes, los nombres de cabañas, wigwams, etc. ; pero, respecto a su estructura, creo que el viejo término dado a ellas por Sir John Narborough expresa la mejor idea para un lector inglés, él los llamó “pérgolas”. Están formadas por un par de docenas de ramas, puntiagudas en su extremo más grande, y clavadas en el suelo en un espacio circular o elíptico, de unos diez a seis pies; los extremos superiores se juntan y se aseguran con atadores de hierba, sobre la cual se lanzan una paja de hierba y pieles de lobo de mar, se ha dejado un agujero en el costado como puerta, y otro en la parte superior para la salida del humo. Una fogata es mantenida encendida dentro, sobre la cual los nativos están permanentemente encogidos, por eso, cuando son vistos a bordo, en lugar de parecer ser salvajes resistentes, habituados a la humedad y al frío, uno ve criaturas miserables tiritando con cada brisa. Nunca había conocido gente tan sensible al frío como estos indios fueguinos.



“No tuvimos oportunidad de descubrir la naturaleza de sus lazos familiares; su manera hacia los niños es cariñosa y mimosa. A menudo fui testigo de la ternura con que trataban de calmar el susto que nuestra presencia al comienzo les ocasionaba, y el placer que mostraban cuando les otorgábamos a los más pequeños cualquier baratija insignificante. Parece que permiten a sus niños poseer bienes, y le consultan sus pequeños caprichos y deseos, respecto a su traspaso; estando atracados en un bote a una de sus canoas, negociando sobre varios artículos, lanzas, flechas, canastos, etc. , me sentí atraído por un perro que estaba echado cerca de una de las mujeres, y ofrecí un precio por él, uno de mis marineros, suponiendo que el trato había concluido, puso sus manos en el perro, ante lo cual la mujer opuso un grito deprimente; por lo que ante el rechazo, aumenté mi oferta. Rechazó desprenderse de él, pero me daría otros dos. Al fin, mis ofertas fueron tan considerables, que ella llamó a un niño que estaba en la tupida selva ( a la que había huido ante nuestra aproximación), quien era el dueño del perro. Se le mostraron los productos, y toda su gente lo animó a venderlo, pero el pequeño pilluelo no lo consentió. Ofreció darme su collar, y lo que recibió a cambio lo guardó en su pequeño canasto.



“Estas personas no muestran ningún agradecimiento por nuestros regalos. Cualquier cosa que se les ofrece la tratan de agarrar, dudando de obtenerla, aunque está tendida hacia ellos; y cuando la tienen en sus manos, inmediatamente la guardan, como si temieran que se les podría pedir su devolución.



“Una vez traté de descubrir si preferían algún color en particular, y con ese propósito les ofrecí tres collares de cuentas, negras, blancas y rojas; agarraron las tres, en su forma habitual, sin mostrar nunguna preferencia.



“Su pronunciación es áspera y gutural; no más de dos palabras, cuyo significado fue comprobado del todo, podríamos mostrar, “sherroo”, un buque, bote, o canoa, y “peteet”, un niño. Tienen una aptitud maravillosa para imitar los sonidos de las lenguas extrañas: ya sea una frase, aún de una docena de palabras, pronunciada claramente, y ellos la repetirán con la mayor precisión.



“Los únicos artículos para comerciar, además de los implementos y armas que emplean, son las pieles de lobo y de nurtia; debería decir que la cantidad de peletería que se puede obtener de ellos sería insignificante como para completar la carga de un velero lobero”.



Durante los días siguientes el “Beagle” fue utilizado en la más expuesta, menos conocida, y más peligrosa parte del Estrecho. Afortunadamente, fue favorecido por el tiempo, y llevó a cabo su objetivo sin lesiones o pérdidas, pero nunca reflexiono sobre esta parte del servicio sin un tributo interior de admiración a la audacia, habilidad y marinería del comandante Stokes, el teniente Skyring, y el Sr. Flinn.



En su diario el comandante Stokes dice:



“La incesante lluvia y las densas nubes me impidieron terminar, hasta hoy día (19), las observaciones necesarias para hacer a una de las islas, en las afueras de puerto Misericordia, el extremo sur de mi base, la conección trigonométrica de las costas e islas cercanas a la entrada occidental de este azotado Estrecho.



“El 20, levamos y navegamos hacia barlovento, con la intención de buscar un fondeadero en la costa norte, donde pudiese desembarcar y fijar el extremo norte de nuestra linea de base. En la tarde fondeamos en un archipiélago de islas, el peligro real de cuya vecindad se incrementó mucho al ver las rocas, esparcidas en todas direcciones, y las grande rompientes, causadas sin duda por arrecifes bajo el agua. Observamos que la mayoría de las islas más grandes tenían pequeños bancos de arena en su lado este, en los cuales se podían encontrar fondeaderos; pero para el uso normal de la navegación, este conjunto de islas (llamado islas Scilly) basta con señalar que debe ser evitado. El número y contigüidad de las rocas, tanto bajo como sobre el agua, lo hacen un lugar muy peligroso para cualquier velero con aparejo en cruz: solamente la particular tarea que se me ordenó me indujo a aventurarme entre ellas. Las naves con aparejo de velas latinas pueden trabajar con mucho menos riesgo; y como estas rocas son frecuentadas por un inmenso número de lobos con piel, una temporada o dos podrían ser rentables para una velero así aparejado.



“Esta mañana (21) desembarqué en una de las islas más grandes, con el teniente Skyring, y habiendo subido a un promontorio (Monte Observación) con los instrumentos necesarios, establecimos su posición, y la hicimos el extremo norte de nuestra base.



“Fue un hermoso, y claro día; las islas de Dirección (o Evangelistas), así como todos los puntos de importancia en la costa adyascente, se vieron claramente durante varias horas.



“Mi siguiente objetivo era establecer la posición del cabo Victoria, y averiguar si podía encontrar un fondeadero en sus alrededores. En consecuencia, la mañana siguiente (22) viramos temprano, y después de lograr salir de este laberinto (no sin mucha dificultad y peligro), ceñimos hacia el oeste. Violentos chubascos, una mar gruesa, y tiempo brumoso, nos llegó hacia el mediodía, lo que me obligó escoger lo menos malo, y me dirigí a puerto Misericordia.



“El día 23, salimos otra vez, y ceñimos hacia las islas Dirección, donde pasamos la noche navegando.



“La mañana del 24 estuvo muy buena, y el viento moderado. Dejé al “Beagle” para que sondara alrededor de las islas Dirección, y yo partí en mi bote, con provisiones para dos días, hacia el cabo Victoria. Mientras remábamos a lo largo de esas rocosas costas, como enhebrando el laberinto de islotes que las circundan, vimos un gran número de ballenas negras, y las rocas estaban totalmente cubiertas con lobos y gansos.



“Después de bogar, en serio, por seis horas, desembarcamos en el cabo Victoria, el límite noroccidental del estrecho de Magallanes, y allí, con un sextante, un horizonte artificial, y un cronómetro, determinamos la posición de este notable cabo. Desde un promontorio, ochocientos pies sobre el mar, tuvimos una imponente vista de las costas adyascentes, así como del enorme Pacífico, que nos permitió rectificar antiguos errores importantes. A última hora de la tarde tuvimos la suerte de llegar a salvo nuevamente a bordo, considerando el clima normal aquí y la mar gruesa, fue un éxito inesperado. Esa noche la pasamos navegando en el Pacífico, y a la mañana siguiente comenzamos nuestro regreso a puerto del Hambre.



“Cuando estábamos a cuatro o cinco millas del cabo Pilar, y al oeste de él, encontramos una corriente que tiraba hacia el sur, a unos dos nudos por hora. Al acercarnos al cabo el viento cesó, y el “Beagle” fue llevado rápidamente hacia aquellas peligrosas rocas, llamadas los Apóstoles. Afortunadamente, una brisa dominante se levantó, y logramos salir de esta dificultad. Mientras pasábamos el cabo Pilar, desembarqué en una caleta cercana a él, y determiné su posición. Al atardecer habíamos llegado cerca de puerto Misericordia, y habiendo calma, remolcamos el buque hacia adentro, con nuestros botes, hasta dejar caer el ancla en el punto apropiado.



“El día 26, fuimos a bahía Tuesday, y el 27 cruzamos el Estrecho, y fondeamos en el cabo Parker. Pocas veces había visto un mar tan alto, atravesado e irregular como el que tuvimos que navegar ese día, cerca de ese desconocido conjunto de rocas, llamado por Narborough, “Westminster Hall”. La costa alrededor de nuestro inseguro fondeadero era tan árida y de aspecto sombrío como cualquiera otra de esta parte de esta tierra, como dijo, el antiguo navegante antes mencionado, es “una tierra tan desolada al contemplarla.”



“Al día siguiente (1 de marzo) fuimos hasta el cabo Upright, y permanecimos ahí hasta el 3, reuniendo los datos necesarios para nuestro levantamiento.



“Mientras nos dirigíamos hacia una bahía llamada Playa Parda (el 3), un bote a la vela fue visto dirigiéndose hacia nosotros desde la costa sur. Disparé varias armas, para mostrales nuestra posición, antes que nos tapara la tierra, y pronto después de fondear un bote ballenero se nos atracó al costado, con el segundo oficial y cinco hombres pertenecientes al velero lobero “Prince of Saxe Cobourg.”



“Deseoso de no perder un momento en corrar en ayuda de nuestros compatriotas náufragos, navegamos el día siguiente a puerto Gallant, y de allí continué con dos botes de diez bogas (el 5) a través del canal Bárbara, y la tarde siguiente llegamos a puerto Furia.”



Habiendo ya dado un corto relato de la pérdida del “Saxe Cobourg, y del rescate de su tripulación por el comandante Stokes, no voy a repetir la historia mediante la extracción de más de su diario.



El Sr: Graves regresó de su crucero en el “Hope” el 17, después de sufrir mucho por el tiempo tormentoso e incesante lluvia, pero habiendo hecho el levantamiento de las ensenadas en las tierras al oeste del canal Magdalena hasta tan lejos como el Pan de Azúcar, en el extremo oeste del seno Lyell, donde encontró entradas con mucho fondo, que no proporcionan fondeaderos que sirvan a la navegación.



Habiendo llegado el tiempo de nuestro regreso a Montevideo, nos preparamos para zarpar, y entretanto fui hacia el norte, en el “Hope”, para levantar la costa entre puerto del Hambre e isla Isabel, incluyendo bahía Shoal.



En el fondo de bahía Shoal fuimos detenidos por bancos de arena de cinco pies, de modo que nos vimos obligados a salir hasta donde pudimos fondear en más de dos brazas. Durante la noche el viento cambió al NE soplando directamente hacia nosotros lo que nos obligó virar, y trasladarnos hasta el extremo SO de la isla Isabel a una bahía cercana a dicha costa. Desde la cima del punto SO después tomé demarcaciones, entre las más importantes la del monte Sarmiento que demarcó S 1°,5 O (verdadero). Su distancia debe haber sido (por observaciones recientes) noventa y cuatro millas.



La isla Isabel es una franja de tierra larga y baja, paralela a las orillas del Estrecho, que aquí tiene dirección NNE. En comparación con la tierra hacia el sur es muy baja, ninguna parte tiene más de doscientos a trescientos pies de altura. Se compone de estrechas cordilleras de cerros, que se extienden en cadenas en la dirección de su largo, sobre las cuales se han esparcido rodados de las varias rocas, que se habían visto antes formando las playas de guijarros de punta Santa María y punta Santa Ana; dos tipos de rocas, jade y hornblenda, son las más comunes. Los valles que separan las cadenas de cerros están bien provistas de pasto, y en muchos lugares se observan huecos, que debieron contener agua dulce, pero que ahora están completamente secos. Estos puntos están marcados por una corteza blanca, causada al parecer por la calidad salina del terreno.



Gansos y patos silvestres, el red-bill (Hoematopus), parecen ser los únicos habitantes de esta isla. Los indios a veces la visitan, porque en el extremo SO encontramos los restos de wigwams y conchas de mariscos. Tal vez es un lugar donde se comunican con los nativos patagónicos, o puede ser muy frecuentado en la temporado de los huevos.



Fondeamos en bahía Laredo, y visitamos un lago que está cerca de una milla de la playa, que figura en la carta con el nombre de Laguna de los Patos (actual laguna Cabo Negro): Es muy extensa y cubierta con grandes bandadas de gaviotas, patos y ánades. Le disparamos a un ánade, que es un ave de las más bellas, y de una especie que no habíamos visto antes.



Aquí el territorio comienza a ser cubierto con hayas de hoja caducas (Fagus antarctica), mal desarrollados en su crecimiento, pero muy convenientes como combustible. Al pensar en los árboles más resistentes de esta región, nunca se encuentran de gran tamaño, los árboles más grandes son las hayas de hoja perenne (Fagus betuloides). También encontramos varias plantas pequeñas comunes en cabo Gregorio. Uno puede considerar cabo Negro como la frontera de dos países, completamente diferente uno del otro por su apariencia y estructura geológica, como también por el clima, esta última diferencia puede ser atribuida a la desemejanza de sus producciones botánicas.



Por lo tanto regresamos a puerto del Hambre. Durante nuestra ausencia, un bote del “Beagle” había cruzado el Estrecho a bahía Lomas, donde un grupo de nativos había encendido fuegos de invitación.



El tiempo, desde que el sol cruzó el ecuador, había estado inusualmente bueno; y, exceptuando un día de lluvia torrencial, el cielo era tan claro ( el viento era moderado del NE ) que todas las alturas estaban expuestas a nuestra vista, y entre ellas sobresalía el monte Sarmiento.



Nuestros preparativos para zarpar estaban casi completos, el “Hope” fue desmantelado e izado, y nuestro campamento temporal en tierra abandonado. Este consistía en una carpa y una tienda de campaña grande. En la primera estaba el Sr. Harrison (oficial ayudante), quien tenía a su cargo al personal, y los instrumentos meteorológicos: la tienda de campaña alojaba a la tripulación. Cerca de ellos estaban el observatorio, un aserradero, y un lugar para cocinar, donde un fuego alegre estaba siempre llameando. La carpintería, el banco de los toneles, la fragua del armero, cada uno tenía su lugar, así como el taller de cabullería, cerca del cual nuestro aparejo fue recorrido, y las velas fueron reparadas. Después de las horas de trabajo la partida de tierra vagaba cerca del bosque con armas de fuego, o en la baja recogían mariscos, con lo cual generalmente tenían comida fresca dos veces, pero siempre una vez, por semana. Mientras tanto, el buque fue mantenido cuidadosamente limpio y en orden. Los oficiales que no estaban en trabajos activos hacían excursiones con sus armas; y aunque la vecindad inmediata a nuestras carpas era reducida en espacio, una caminata de unas cuantas millas era siempre recompensado como un deporte suficiente. Cuando se presentaba la oportunidad, a algunos de los hombres se les permitía entretenerse en tierra con sus armas, por lo cual varios se habían provisto de pólvora y tiros. Todos los domingos, después del oficio divino, que se llevó a cabo lo más regularmente posible bajo nuestras circunstancias, los tripulantes que deseaban bajar a tierra eran autorizados. En una ocasión, sin embargo, estuvimos cerca de sufrir por esta indulgencia, que era favorable para la salud de la gente, y pocas veces abusada: por uno de ellos que hizo un fuego a poca distancia de las carpas, las llamas se esparcieron, y el esfuerzo de toda la tripulacion, por tres horas, apenas impidió que llegara a las carpas. En otra ocasión, dos hombres salieron en una excursión de caza, intentaron cruzar el río Sedger, no habían órdenes particulares en contra de hacerlo, ya que este proceder fue apenas contemplado. Llegaron a un banco cercano a la desembocadura, y buscando un lugar vadeable sin éxito, entonces lanzaron un tronco de madera, y se sentaron a caballo, sin proveerse de un palo o remo, se separaron de la orilla, esperando que lo cruzarían; pero, al llegar al medio del arroyo, fueron muy pronto llevados, por la corriente, fuera del río y dentro de la bahía. Uno de los hombres, Gilly, viendo que el tronco flotaba alejándose con la marea baja, se zambulló, y alcanzó la costa sur del río, en un estado muy agotado; el otro, Rix, no sabía nadar, se mantuvo en su lugar, y fue llevado hacia el mar en un viaje que pudo haber sido fatal, si no hubiese sido visto desde el buque, y salvado por un bote.



Antes de dejar puerto del Hambre arrastramos uno de nuestros botes a tierra, y lo dejamos (como pensamos) escondido en forma segura entre los árboles.



Estando ahora listos para zarpar, y sólo esperando por el viento, los oficiales de ambas naves, veintisiete en total, cenaron juntos en la playa.